Claudia López es una política estudiosa, valiente y frentera. Atributos demostrados a lo largo de su vida pública lo que le ha granjeado amores y odios. Hizo parte del grupo que impulsó la Séptima Papeleta que condujo a la Constituyente de 1991, contribuyó desde la academia a desentrañar la parapolítica, fue una congresista tan activa como polémica, y hasta finales del año pasado alcaldesa de Bogotá con una gestión aplaudida y criticada.
Ha sido, además, una de las figuras más importantes del Partido Alianza Verde, nacido con la ilusión de darle al país una opción de centroizquierda, teniendo por banderas la lucha contra la corrupción, el cuidado del ambiente y la educación. Hicieron parte de él prestantes políticos como Antanas Mockus, Enrique Peñalosa, Íngrid Betancur y Sergio Fajardo. Muchos añoran la mística de los tiempos de la ‘ola verde’ hoy desvanecida.
El partido, y no de hoy, tiene un vínculo con la izquierda progresista. Es más, hereda su personería de la Alianza Democrática M-19 y uno de sus fundadores fue Carlos Ramón González, quien hizo parte del grupo guerrillero y está hoy en el ojo del huracán por el escándalo en la Unidad de Gestión de Riesgos, pues su génesis se asocia a cuando era secretario general de Palacio y tenía oficina a escasos tres metros de la del Presidente.
Alianza que se fortaleció en 2018. La foto de adhesión a Petro, representado por Mockus y López, con los diez mandamientos cincelados en piedra, hizo historia; sociedad verde-progresista que se afianzó en las elecciones al Congreso, en especial las de 2022 cuando el partido eligió a 8 senadores y 15 representantes, y entre los primeros, a por lo menos tres muy cercanos a la exalcaldesa de Bogotá; Angélica Lozano, Ariel Ávila e Inti Asprilla.
El Partido Alianza Verde fue además determinante en la elección de Gustavo Petro. Sin perjuicio de las controversias entre López y el Presidente en torno al Metro de Bogotá, lo cierto es que su partido y ella hicieron parte del proyecto político hoy bajo escrutinio. Qué más prueba que la foto con el recién elegido diciendo “Por fin ganamos”. Postura respetable como la de su colectividad al declararse Partido de Gobierno. Es su Gobierno.
Por eso sorprende la voltereta: desertar de su partido y pretender ser, de la noche a la mañana una crítica feroz del Presidente y del Gobierno que ayudó a elegir. Indica que el petrismo “secuestró” al Partido Verde y “frustró la ilusión de cambio”; declaraciones emotivas que algunos vitorean pero que evidencian el peor de los oportunismos y una profunda incoherencia política. Más cuando entre las razones se esgrime la corrupción.
La corrupción en el Gobierno no es de hace una semana: los audios de Benedetti y Sarabia son de junio 2023, los hallazgos contra Nicolás Petro de agosto 2023, y el escándalo de la UNGRD revienta en febrero de 2024. López dejó la alcaldía en diciembre de 2023 y solo ahora, cinco meses después, alza la voz. Y su partido, del que son parte congresistas de su cuerda y que ahí siguen es partido de Gobierno; impulsa las reformas destructivas.
Pero lo más preocupante no es el oportunismo e incoherencia sino la irresponsabilidad. Todo acto tiene consecuencias y es deber de quienes se precian de ser éticos asumirlas con honestidad, más en política. Debió decir: me equivoqué siendo socia tantos años del hoy presidente y ayudarlo a elegir; conduje a error a quienes confiaron en mí. Es decir, asumir la responsabilidad que le cabe -y que no es poca- en el desastre que vive el país. No fue así. Su reacción fue culpar a otros, igual que Petro. A tomar nota con mira al 2026.