Es válida la posición de MF y de otros que consideran que la situación está apretada porque muchas de las cosas que antes hacían ya no las realizan. La lista de desilusiones es larga y grande… la forma de vida ‘anterior’ no se consideró ni un despilfarro, ni una botadera de plata. Era ‘normal’ vivir disfrutando de lo que se ganaba, invitando amigos, comprando objetos, luciendo ante los demás. “Tan rico que vivíamos y no nos habíamos dado cuenta”, podría decirse.

La vida enraizada en el dinero, en el tener, desechando tantas otras cosas que, como lo dice el eslogan, el dinero no podía comprar, obsesionados con la plata y la cuenta bancaria. Pero, el mundo cambió casi que abruptamente. El sistema capitalista, vivir para trabajar y hacer dinero hizo ‘aguas’ porque a raíz de la pandemia y el empleo en casa (entre otros), se comprobó que se podía vivir diferente, que la compulsión por el trabajo no era tan sana, que el tiempo libre ni se compra ni se vende, que algunas empresas eran verdaderas licuadoras de vida y entonces… a cambiar. Hay otras formas de vida. ¿Por qué seguir haciendo lo mismo cuando no hay satisfacción? ¿Vivir para atesorar plata, bienes materiales, mientras que la vida se nos va entre los dedos?

Muchos jóvenes hoy repudian el modelo de vida de sus padres. Quieren otra cosa que no pasa necesariamente por atesorar plata. La disyuntiva está entre ‘hacer dinero o vivir’. Encontrar el equilibrio entre esas dos posiciones es básico para construir calidad de vida. Claro, no tener lo mismo de antes y el espejo retrovisor impactan y no permiten vivir en el presente. La vida no se acaba porque disminuya el billete. “La pena del ayer y el miedo del mañana son dos ladrones que nos roban el hoy”, dice JJ El Paseante. La mayor preocupación radica en la comparación: “No es como antes”.

Quienes logren soltar creencias y aprendan a mirar de otra manera, serán quienes sobrevivan sanamente. El más rico es el que menos necesita. Cambiar el estilo de vida no es fácil, pero es urgente porque las expectativas de la vida son otras. Es un caos mundial donde existe la inquietud por el sentido de vida transmitido, basado en tener, acumular, guardar.

Circula en redes un video donde un hombre tiene puestos 10 relojes, 4 abrigos, 8 sombreros, con el objetivo de mostrar que la cultura nos metió la idea de que allí, en esa actitud acumuladora, radicaba el éxito. Pero el fracaso de la cultura, con tantas desigualdades e inequidades, es evidente. Y se llega a la realidad que describe MF, ‘desplatados’ como si no tener lo mismo de antes, fuera el fiasco más aparatoso.

¿Nos atreveríamos a vivir sin priorizar el dinero como pilar fundamental? ¿Somos capaces de transmitir otros intereses que no pasen por el billete? Sí, se necesita, el sistema capitalista lo exige. Pero compartir, ser solidarios, el servicio, la gratitud, la risa, la naturaleza, el ejercicio físico, el afecto, no ‘necesitan’ dinero para practicarlas. Allí podemos estar desplatados y estar bien.

A los amigos se los puede invitar a sentarse en el parque y llevar una cerveza… las comilonas, los licores, los zapatos, las carteras fueron valiosos, pero no son indispensables para la sobrevivencia. No es fácil, es cuestión de mirar de otra manera y sentir que la felicidad también se puede conseguir sin comprarla.