Los colombianos, petristas o no, estamos rezando porque el Presidente goce de una excelente salud, que al avión presidencial le hagan el mejor mantenimiento y que su esquema de seguridad sea, valga la redundancia, el más seguro posible.
Nuestras plegarias no se deben a que consideremos que Petro sea una maravilla sino al pánico que nos genera la posibilidad de que Francia Márquez asuma el poder. Es claro que Francia no está preparada para ello. Lo cual es una catástrofe porque la única tarea que tiene como Vicepresidenta es reemplazar al Mandatario, en caso de ausencia temporal o definitiva de este.
El mayor problema de Francia no es que carezca de experiencia administrativa y política o que no domine los temas del Estado. Su gran debilidad es que está sufriendo algo que podríamos denominar el ‘síndrome de James’.
Cuando me refiero a James hablo del futbolista colombiano que tenía todas las condiciones para haber sido uno de los mejores del mundo. Pero fue incapaz de manejar la fama y la riqueza que le cayó cuando llegó al Real Madrid. El hombre perdió los papeles: se tiñó el pelo de azul, acabó su matrimonio, comenzó a salir con modelos y actrices y se dejó seducir por los placeres de la noche madrileña.
Algo parecido le está ocurriendo a Francia Márquez. Hasta principios del año pasado era una líder social y meritoria defensora de las causas de su etnia, de cuya existencia solo tenían noticia en el norte del Cauca.
Pero ocurrió que en la consulta del Pacto Histórico, a la cual llegó aupada por Alexánder López, sacó una buena votación, muy arrastrada por la figura de Gustavo Petro. Y entonces se la impusieron al hoy presidente como fórmula vicepresidencial. Y digo se la impusieron porque Petro, que no es tonto, tenía dudas de que Francia fuera la mejor alternativa para ser su ‘vice’. Él sabía que era buena candidata: mujer, afrodescendiente, de origen humilde. Pero intuía que ya como vicepresidente podría convertirse en un problema.
Total, Francia pasó en pocos meses de ser una líder de una pequeña comunidad a Vicepresidenta de la República. Y le ha costado asimilar ese cambio. Si James se embriagó de dinero y fama, Francia se embriagó de poder. El cargo se le subió a la cabeza. Y ha dado muestras de una inmadurez y de un radicalismo preocupantes en la persona llamada a sustituir al Presidente.
De un lado siente que por ser la número dos del Gobierno puede usar a su antojo los recursos y bienes del Estado (qué tal que fuera la número uno), como demostró en la entrevista con Vicky Davila, cuando dijo que seguiría usando un helicóptero oficial para ir a su finca en Dapa y que si eso no le gustaba a las elites ‘de malas’. Las que están de malas con este hábito son las finanzas públicas porque cada vuelo de un Black hawk, como los que le gustan a la Vice, vale $10 millones.
Pero más grave que ese abuso de los bienes estatales es que Francia no se ha percatado que es vicepresidente de todos los colombianos y no solo de los sectores radicales con los que simpatiza. Y por ello cada vez que abre la boca busca polarizar más a los colombianos. Curiosamente, ha logrado todo lo contrario: de las pocas cosas en las que parecemos estar de acuerdo en este país es que sería una tragedia que esta señora se convirtiera en la sustituta de Petro.
Pero, nos guste o no, si Petro falta, su reemplazo será Francia. De malas nosotros.