No ha cumplido un año el gobierno de Gustavo Petro y no hay día que su administración no amanezca enmarañada en un nuevo escándalo: pequeño, grande, pero alboroto al fin y al cabo. El desgaste de este gobierno es solo comparable con el de su antecesor y como van las encuestas su desplome en favorabilidad promete llevarlo al mismo o tal vez un peor escenario (lo que parecía imposible) que el de Duque.
La ambición de Petro no tiene límites y creyó que con los once millones de votos podía imponer su agenda, pero se le olvidó un detalle, una cifra igual votó en su contra. El país político y el país nacional (como lo llamó acertadamente Jorge Eliecer Gaitán) están fraccionados. Colombia es un país ingobernable. Un gobierno con mucha improvisación y en plena confrontación en un país a punto de explotar era el coctel perfecto para la anarquía que se está padeciendo.
La desinflada ese expresa en el descontento y desilusión de la población. Mucha gente ya se bajó del gobierno del ‘cambio’, que terminó dejando la misma estela de dudas que le achacaba a sus predecesores. Con las mismas tramoyas, torcidos, favores políticos, nombramientos, ventajismos, trampas y hasta dineros de dudosa procedencia, todo nauseabundo, pillos, aprovechadores, el mismo ardid de siempre, la propia insidia, solo que esta vez utilizada en su propio provecho.
Toda la escandalosa opereta de Laura Sarabia y Armando Benedetti refleja una vez más la bajeza y ‘narqueta’ conversación en que se mueve la política colombiana. Mentirosos, ladrones, corruptos, engañando al pueblo con promesas vacías, aprovechándose de estómagos vacíos.
Un año de desgaste, mientras la oposición es tan minúscula, tan estólida, que no sabe sino actuar en la maledicencia. En lugar de estar proponiendo, muchos de ellos promueven espectáculos deprimentes con algunos liderazgos que dan risa, vergüenza o ambas.
En medio de este deplorable espectáculo que ofrece Colombia piensen por un momento quiénes son los candidatos que vienen. ¿Da pena lo que nos espera, cierto? No se avizora nadie con una estatura moral y de estadista en quien confiar el futuro de la piltrafa de país en que vamos a quedar a la vuelta de tres años. Y es que este torrente de mequetrefes que nos llevaron a esta debacle para lo único que tienen una habilidad probada es para generar odios, clasismo, exclusión, racismo y la multiplicación de más patrañas.
Algunos piden ‘tumbar’ a Petro o claman por su renuncia: para mí el peor escenario no solo por quién lo reemplazaría sino por la confrontación y violencia que podría generar, recuerden, al ‘tigre hay que dejarle una salida sino le arroja a la gente’. El país se pudre mientras las cloacas de las redes sociales hieden como nunca antes y el resto contempla con impotencia la catástrofe que parece avecinarse. Pobre país. Lo siento por mis hijos y los de ustedes, no lo logramos, les dejamos el propio estiercolero para que lo recojan ellos. Perdón, chicos.