Entre los enredos y lances propios del presidente Petro, unos más salen de su caja de Pandora. Al ‘me desconozco’ dicho en el Chocó porque su gobierno no ha emprendido las obras necesarias, se sumó la advertencia de que denunciará ante las Naciones Unidas que “el Estado de Colombia no quiere cumplir el acuerdo de paz que firmó”.

Olvidó acaso que él es el representante de dicho estamento político y como jefe de gobierno y de la administración, es su deber avanzar hacia el cumplimiento del acuerdo e informar y diseñar acciones y obras concretas con los muchos recursos a su alcance. Ganó la presidencia, pero ante las dificultades, inculpa a otros. No le gusta y critica el Acuerdo de Paz y su mal querencia la radica en el Estado, ergo, ‘L´Etat. cest moi’, arrogándose una condición monárquica.

Cuando la violencia se ha disparado por las equivocaciones del gobierno, no extraña que el mandatario acuda a esa figura envolvente y anuncie “un derramamiento de sangre”. Gracias al debilitamiento provocado de las fuerzas militares y el cese del fuego bilateral con que inauguró su política de paz total, los violentos ganaron terreno y poder para intimidar, asesinar y reclutar menores de edad. No es gratuito el regreso del terrorismo por grupos armados irregulares, una de cuyas víctimas ha sido por desgracia un niño, camino a su colegio entre Miranda y Corinto. Para hablar solo del Departamento del Cauca, cada día escalan los combates y el hostigamiento sin precedentes en mucho tiempo sobre las poblaciones de Morales, Toribio, Caldono, Argelia, el Tambo, Suárez, Santander de Quilichao.

Según informe de la Misión de Verificación de las Naciones Unidas sobre el Acuerdo Final, entre enero y marzo prosiguieron los esfuerzos para avanzar en la implementación, pero también estuvo marcado “por persistentes llamados de comunidades de las zonas afectadas por el conflicto para que se les proporcionen seguridad y mayores oportunidades mediante medidas concretas y sostenibles”. Solo en ese período registra el desplazamiento forzado de 14.365 personas y el confinamiento de otras 35.432 en 9 departamentos y 35 municipios, que ha trastornado la vida de comunidades, así como el aumento significativo de la violencia contra líderes sociales en Putumayo entre diciembre de 2022 y marzo de 2023, y la continuación de la elevada tasa de homicidios en el Cauca.

Si no es una estrategia del presidente para solapar su responsabilidad en la situación, puede inferirse que cuando desconoce e imputa al Estado que representa, sin considerar las consecuencias jurídicas que pueda tener, le pasa algo semejante a un extrañamiento y desconexión de sí y de su rol. Aunque la psiquis es asunto de especialistas, no podemos evitar auscultarlo y preocuparnos cuando se trata del gobernante, pues en el modo como elucubra y dirige sus deseos, se juega la suerte del país.

Las soluciones concretas, sin tanta carreta como le reclamaron unos jóvenes recientemente, no se le dan y, en cambio, se atrinchera. No le pasa por la cabeza que así no es, que hay que planificar y ejecutar con dedicación y con apoyo en un equipo competente, sin desperdiciar el tiempo en odios y galimatías.

Es de esperar que en algún momento el mandatario reaccione y se recupere la seguridad en las regiones. La verdadera paz depende de una decidida y eficaz lucha contra los violentos y la corrupción, sin contemplaciones.