Por: Wiston Mosquera Moreno. Pbro, Vicario General de Cali

Con la celebración de este día, concluimos el tiempo pascual y podríamos decir llega a su final la noventena pascual, que se inició con el Miércoles de Ceniza, pasando por la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo hasta llegar al momento culminante de la Resurrección, ascensión y envío del Espíritu Santo.

Todas estas celebraciones encierran un mismo acontecimiento al que llamamos acontecimiento redentor, puesto que para esto se encarnó el hijo de Dios en la historia de la humanidad. Este magno acontecimiento que ha llenado de júbilo al mundo creyente nos permite celebrar con regocijo esta memorable fecha en la que las lenguas de fuego que representan la luz del espíritu se posan sobre los apóstoles y la madre del salvador y los envía a anunciar esta buenísima noticia al mundo, que Jesucristo vive, que sigue acompañando a todos y que su amor por la humanidad no ha muerto.

Con la palabra que hoy escucharemos en la liturgia dominical se cumple esa promesa del envío del Espíritu Santo, pero más aún se ratifica el envío de los discípulos para salir a testimoniar ese mensaje salvífico a todas las personas “ustedes darán testimonio de mí porque han estado conmigo desde el principio” Jn.15, 27.

Este gran relato que nos presenta hoy la palabra nos invita a pensar en lo que sería ese singular momento, en que tantas personas reunidas pudieron constatar el hecho trascendental que rompió la tranquilidad de aquel día y más aún sorprendió hasta al más incauto al escuchar según el texto, a un grupo de galileos hablando en la lengua capaz de ser entendida por los asistentes lo cual podríamos decir que era el gran lenguaje del amor.

Se habla de peregrinos de distintos lugares y entre las poblaciones se destacan egipcios, libios, romanos, judíos, de Mesopotamia, de Capadocia de Panfilia y Frigia entre otras poblaciones, pero el lenguaje no solo era audible, sino entendible para todos y este es el lenguaje con el cual Jesús quiere que nos sigamos comunicando sobre la faz de la tierra, pues este lenguaje no permite ambigüedades, no permite mentiras, no permite falsedades, antes bien compromete a todos sus seguidores a tener grandes valores identitarios que ayuden a generar ambientes de transformación en los territorios y en las familias, al igual que en las instituciones.

Hoy, después de la última Eucaristía, se apagará el cirio pascual y será retirado del presbiterio para ser dispuesto en el bautisterio y encendido en todos los momentos bautismales que se tengan en la parroquia o en el sacramento de la confirmación.

Por este motivo hoy es un día para decir desde lo profundo de nuestro ser felices pascuas de pentecostés.