Cumplidos dos largos años de este caótico gobierno, hay suficiente claridad sobre algunos aspectos que nos deberían ayudar para entender lo que puede ser lo que falta. En los primeros meses, se pensó que, tal vez, el tiempo que estuvo Petro en el Congreso le había enseñado sobre la importancia de los consensos para sacar adelante iniciativas legislativas.

Se pensó que por eso invitó a su gobierno a algunas personas competentes y aterrizadas que entendían la diferencia entre lo que un gobierno quiere hacer y lo que, verdaderamente, puede hacer por cuenta de las restricciones que impone la realidad.

Rápidamente, Petro entendió que gobernar no era lo suyo, que eso le daba pereza y que era mucho más agradable ponerse en modo ‘agenda privada’. Viajar a donde le dieran la oportunidad de pronunciar discursos que dependen de su estado emocional del momento.

Nunca son el producto de un trabajo serio y elaborado, como ocurre normalmente con los presidentes, sino que son improvisaciones que lo llevan a casos tan vergonzosos como el del estrambótico discurso que pronunció en la Universidad de Stanford. No hay interlocución con sus ministros y el verdadero poder, en el día a día del gobierno, lo tiene la señora Sarabia.

Como buen agitador, probablemente, va a seguir, en el tiempo que le queda, generando incertidumbre y desconcierto con las ocurrencias que le van surgiendo, mientras sigue soñando con una sociedad estatizada siguiendo modelos ya desuetos en el mundo entero. Agresiones e insultos y a la vez hablará del Acuerdo Nacional, que hasta ahora solo ha sido una frase. La mayor parte de sus planteamientos no pasan de ser anuncios sin viabilidad real.

Más de uno afirma que no hay que darles importancia a las ocurrencias del día y que lo que hay que hacer es tener paciencia esperando que termine su mandato. En muchos casos no es mala idea, pues el país tiene que funcionar y no puede ir al vaivén de sus ‘inspiraciones’.

Desafortunadamente, todavía es mucho el daño que puede hacer. Es poco probable que sea por la vía de los proyectos de ley, pues en el Congreso las circunstancias son bien diferentes de las que tuvo en su primera legislatura. Por la vía administrativa, sin embargo, puede generar muchos problemas.

Como se ha visto en el caso del sistema de salud, por ejemplo, los actos administrativos y la renuencia a concertar tienen hoy al sistema de salud, en muchos casos, al borde del colapso. Intervinieron a algunas EPS y estas deben hoy a las clínicas más de lo que debían antes de la intervención.

Otras están en el limbo, pues no les definen su situación. En el caso de los maestros, ‘sus amigos’, su sistema de salud está al borde del caos por la improvisación con que actuaron.

En resumen, no hay que distraerse con los permanentes anuncios de cambiar al mundo, pero sí hay que estar atentos de las cosas más terrenales y apoyar a los jueces y a las cortes, que son quienes pueden frenar muchas de esas dañinas acciones administrativas.