“Mi suegro Fernando Jaramillo te obsequia este libro”, me dice Arturo Mantilla, uno de mis amigos más apreciados, miembro de la Mesa Liberal del Club Colombia, y activista, como yo, en la campaña que pretende llevar a la alcaldía de Cali a Diana Rojas, la excelente candidata que se distinguió en el Concejo por su férrea oposición al gobierno de Jorge Iván Ospina.

No aparecía Fernando Jaramillo en mi registro de autores nacionales. Al abrir el empaque que contenía el libro me sorprendió el grosor del volumen, de casi 800 páginas, titulado Para que no se las lleve el viento. Antología de entrevistas a Gabriel García Márquez.

Dejé el libro que estaba leyendo –siempre tengo uno a mano y por eso no me aburro en las salas de espera de médicos y aeropuertos- y me sumergí en las entrevistas compiladas por Jaramillo. Le pedí al yerno que me diera el teléfono y me comuniqué con el autor de la obra, que fue editada con sus propios recursos, sin subsidio de ninguna editorial.

Es un trabajo monumental que logra reunir más de un centenar de entrevistas del nobel, quien a pesar de abominar de ellas, por su alta posición en el mundo de las letras, no podía evitarlas.

En mi biblioteca hay un tramo dedicado a García Márquez y ahí están todas sus obras, desde la primera hasta la última. A varias de ellas he leído más de una vez. El amor en los tiempos del cólera es mi preferida por contener en sus páginas un relato de amores contrariados. Desde luego, Cien años de soledad es una creación perfecta, ante la cual cayeron rendidos todos los críticos literarios, y ha sido traducida a más de treinta idiomas, con tirajes millonarios. De difícil traducción, pues el hijo del telegrafista cataqueño hace poesía de las palabras con las que cuenta la saga de los Buendía.

Gracias infinitas a Fernando Jaramillo por el estupendo obsequio, y por su generosa dedicatoria en la que se refiere a nuestra común ideología política.

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Pensaba que Irene Vallejo había tocado ‘los dinteles de la gloria’ con El infinito en un junco, que es la más hermosa historia del libro que se haya escrito, desde que se comenzaron a dibujar textos en los papiros egipcios.

Esta española, nacida en Zaragoza hace 44 años, aparece en el mundo literario no solo como gran escritora, sino también como depurada maestra del idioma con el que rastrea por siglos la trayectoria del libro desde la antigüedad, mucho antes de que Gutemberg inventara la imprenta.

Es increíble el conocimiento de Vallejo del periplo de los libros, que nos permite conocer las rancias sociedades, su cultura, sus virtudes y defectos. Grecia, Egipto, España, casi todos los países de Europa y Asia desfilan por las páginas de esta escritora, a quien ya debe incluirse como candidata al Premio Nobel de Literatura.

A esta magna obra hay que sumar El silbido del arquero, un texto no muy extenso que narra las vicisitudes de Eneas, cuando, huyendo con su pequeño hijo del desastre de Troya, logra refugio en Cartago, en donde la reina Elisa le concede asilo, con romance adjunto, que no tiene buen fin porque el héroe cantado por Virgilio en La Eneida regresa a fundar una nueva ciudad que reemplace a Ilión, antiguo nombre de Troya.

Más que una novela, más que un ensayo, más que una narración histórica, este libro de Irene Vallejo es un verdadero poema porque todas sus líneas tienen una bella musicalidad que es deleite de los lectores.