Días sagrados para poner la mente en ‘modo libro’ y alejarse de las malas noticias que copan las primeras páginas de los medios.
Guerras, guerrillas, bandas, incompetencia gubernamental, incendios, polarizaciones, fundamentalismos.
Abrir la mente a otros espacios, recordar que el mundo existe más allá de nuestras narices y escuchar ideas diferentes.
El Hay Festival se extiende en forma gratuita a los barrios apartados y todos, sin distingo de bolsillo, pueden acudir a los conversatorios.
Aquellos que lo tildan de ‘clasista’ mienten. Miles de personas asisten copando todos los auditorios. Y ademas se transmitirán vía digital gratis hasta el 3 de febrero.
Asistí a las que pude. No tengo el don de la ubicuidad. Quedé impactada por Maniac del chileno Benjamín Labatut, que recorre partes de la vida de científicos que cambiaron al mundo, sus tragedias, el dolor del pensamiento de aquellos que abrieron el camino desde los fundamentos de las matemáticas, la física cuántica, los delirios de la Inteligencia Artificial.
Esos descubrimientos que permitieron crear las bombas nucleares y otros logros que pueden acabar con nuestra especie. “Una obra de belleza oscura, inquietante y singular”.
‘Las verdades compartidas’, libro que compila el pensamiento de nueve escritores latinoamericanos sobre los logros de La Comisión de la Verdad, entre ellos Juan Gabriel Vásquez, Leila Guerriero, Antonio Ortuño, esencial para entender y no olvidar.
Arnoldo Kraus, médico mexicano y su visión sobre la eutanasia y la muerte asistida. Juan Manuel Santos sobre pobreza y desarrollo humano. Mariana Mazzucato, arrolladora; Brigitte Baptiste y su libro El Mundo, según Brigitte, de obligada lectura, Javier Moro, Humberto de La Calle, Hector Abad, William Ospina, Wave Davis, Manuel Rodríguez Becerra. En fin…
Mujeres como Fernanda Trías y sus obras inquietantes: La Azotea y Mugre Rosa; la mexicana Dahlia de La Cerda, la argentina Selva Amada; Julia Navarro.
Si a este banquete literario le sumamos la brisa de Cartagena y esos atardeceres incendiados, más una luna gigante y dorada, el rumor de las olas al morir en espumas, las María Mulatas y algún pelicano regresando a su manglar, así como el encuentro con viejos amigos, los abrazos y compartires, no se puede pedir más. No me canso de agradecer a la vida que me ha dado tanto.