El ciclo de vida del ser humano considerado por la Organización Mundial de la Salud, OMS, está conformado por seis etapas: primera infancia (0-5 años), infancia (6 -11 años), adolescencia (12-18 años), juventud (14 - 26 años), adultez (27 - 59 años) y vejez (60 años y más). Pero la pirámide poblacional hace años que dejó de tener una amplia base que se estrechaba hacia la cúspide, y ya es como un obelisco cada vez más alto coronado por una pequeña cúpula de los que cada vez más pasan de los cien años, y la División de Población de la ONU estima que en 2021 vivían en el mundo más de 621.000 personas de al menos 100 años, y que se supere el millón para finales de esta década.
En Colombia, por ejemplo, para el año 2021 el 21,60% de su población tenía entre 0 y 14 años, el 69, 68% entre 15 y 64, y el 8,72% más de 64 años; de lo que se puede deducir que cerca de un 25% de su población está conformada por niños y adultos mayores, cuya seguridad y comodidad al caminar habría que considerar más detenidamente. Pero lo recurrente es que las normas urbano-arquitectónicas al respecto no se han actualizado o simplemente no se cumplen, sobre todo en relación a las personas con dificultades para caminar o subir y bajar escaleras o rampas, debido a su edad o por problemas físicos, o las que eventualmente llevan niños cargados o paquetes o maletas.
En Cali muchos se preocupan por el mal estado de las calzadas de sus calles, con toda la razón, pero muy poco por el de sus andenes (como si solo se movilizaran en carro) los que son tan malos, o simplemente inexistentes, que obligan a los peatones, que son la mayoría de los que se movilizan por la ciudad y cada vez más lo hacen los “viejos”, a caminar por las calzadas compartiéndolas con los carros causando muchos accidentes. Y en muchos edificios hay que subir por una escalera para llegar a la entrada y poder acceder a un ascensor ya en su interior; o en los apartamentos dúplex no están convenientemente resueltos sus usos en cada nivel ni las escaleras.
Pero además de la seguridad y comodidad al caminar por la ciudad o en sus edificios, ya que todos somos peatones en algún momento cotidianamente, es preciso considerar también su mayor y mejor disfrute por parte de las personas mayores ya que cuentan con más tiempo para ello. De allí la evidente importancia de los parques de barrio en las ciudades, cercanos a las viviendas y a los que suelen con frecuencia acudir con los niños; y de los jardines, solares y patios en las casas, y los balcones, terrazas o azoteas en los apartamentos, siempre según las estaciones o, en el trópico, de acuerdo con el clima predominante y en el que es más sabroso estar afuera en sus climas medios.
Y por supuesto las emociones que brindan las ciudades con su urbanismo, paisajismo y arquitectura, y en al interior de esta, varían de acuerdo con la edad de los que las experimentan dependiendo además de sus conocimientos y experiencias, y cuya muy deseable interacción hay que procurar. Un interés expectante al circular por sus espacios, urbanos o arquitectónicos, que lleve a una grata alteración pasajera del ánimo, no necesariamente intensa, acompañada de cierta conmoción somática propia de los seres animados, a la que están más dados los niños y los “viejos”. Se trata de un ángulo que los jóvenes arquitectos deben aprender de los maestros.