La situación de Venezuela es en extremo desesperante y agobiante. Pasan los años, ya 23 desde que el chavismo se tomó el poder, es decir casi un cuarto de siglo, sin que haya asomo de cuándo lo van a devolver.
Se apropiaron descaradamente de él, y lo hicieron para acabar con el país, para estrangularlo como lo han sabido hacer, y para provocar no solo la miseria generalizada, sino el mas aberrante desplazamiento que haya podido sufrir el continente americano.
Y lo han hecho sin pudor, desvergonzadamente: aniquilando la oposición, tomándose todos los poderes, acabando con el sector privado y los sistemas productivos, y torciéndole el pescuezo a la ley para facilitarle a un dictador permanecer instalado sin ninguna clase de contrapesos, frente a un pueblo abatido, exangüe, sin aliento y agónico.
Desgraciadamente todo lo que se ha intentado para rescatar la democracia en ese país y para devolver la dignidad a su pueblo, ha fracasado: la oposición siempre dividida y con criterios desatinados y confusos; la comunidad internacional nunca entonada en un propósito; el presidente Trump, arrogante, deslenguado y nunca enfocado, y Colombia que creyó siempre que EE.UU. resolvería el problema, y se casó tempranamente con unas teorías y una acción que no fueron evaluadas, sopesadas y afinadas, y resultaron ser equívocas, erráticas y torpes.
En fin, todo ha contribuido y se ha confabulado, para que el señor de marras siga apoltronado encima de un cadáver, en donde ha pasado de maduro a podrido, y en donde los olores nauseabundos ni siquiera lo han hecho inmutar, pues ha logrado imponer todas las argucias convenientes.
¿Por qué la comunidad internacional no se fija un propósito claro para este año en relación con Venezuela? Es necesario y urgente retomar el tiempo perdido y pensar seriamente en un país consumido en la miseria y agobiado por el oprobio, en donde no solo es el problema de un dictador ignorante, atrevido y perverso, sino un conflicto regional al que se le ha sumado el fenómeno del narcotráfico, la guerrilla y la criminalidad, convirtiendo de paso a Venezuela en el área mas violenta del mundo. ¿Más razones? Imposible.
América Latina está pagando caro este escenario, pues los millones de venezolanos que han tenido que huir desesperados y desarraigados de su país, han ido a parar a otros lugares en Colombia, Brasil, Ecuador, Perú, Argentina y Chile, sin que ninguno de ellos esté preparado para asumir ese costo en lo que significa la atención humanitaria y la inseguridad que se deriva de todos aquellos desesperados que no cuentan siquiera con la comida del día.
¿Habrá que sumarle otro año más este doloroso y cruel panorama? Esperemos que no, y que de una vez por todas la comunidad internacional pueda demostrar que para algo efectivo puede servir en las crisis de las naciones.