Recibimos los resultados de las pruebas Pisa. Como ha sucedido en el pasado nos fue mal. Varios hechos podrían atenuar el golpe. El primero, que a pesar de la pandemia, hecho que afectó a todos los países, en el resultado general el desempeño de Colombia fue mejor que el promedio. El segundo, que nos estamos comparando con los países más ricos y seguimos siendo mejores que la mayoría.
Sin embargo, el resultado es estructuralmente malo y como ha sucedido en el pasado, a la presentación de los resultados, aparecen los que sacan pecho por resultados ligeramente mejores o los que descalifican toda la historia educativa para hablar del ‘fracaso del sistema’.
Mi comentario es ‘ni tanto ni tinto’. Efectivamente, es un mal resultado, pero es superior a países importantes como Brasil, Argentina o Indonesia y muy cerca de Perú, Costa Rica, México y Malasia. Y que lo que vale la pena es proponerse este como el tema central de un gran proyecto nacional en el que quepamos el centro, la derecha y la izquierda.
La educación es de esos temas en donde no sirve quedarse en la orilla del puente, sería mejor recorrerlo y descubrir que en la mitad de él, tenemos todos puntos en común para hacer de Colombia el país más educado de Latinoamérica.
Esto requiere el compromiso de varios actores (públicos, privados, academia, ONGs y sociedad) y de una apuesta con color de esperanza.
Así las cosas propongo varios caminos. El primero es entender que hoy necesitamos reformar la pedagogía y currículos de formación para educar personas que piensen críticamente, actúen éticamente, se hagan las preguntas que son, sean curiosos y sean empáticos. Que formemos jóvenes que vayan más allá de los títulos a quienes les ayudemos a realizar su proyecto de vida personal en el que no nos importe solo lo objetivo de la educación (pruebas, evaluaciones, rankings), sino lo subjetivo de ella (el compromiso, responsabilidad, integridad, felicidad y pasión por aprender).
Esto se complementa con un sistema educativo, con una evaluación formativa orientada a resultados de aprendizaje y donde los maestros se les evalúe por ello. Unos currículos integrados a lo tecnológico en el que la inteligencia artificial sea nuestro mejor tutor. Un sistema educativo con conectividad digital, plena y de alta velocidad y en el que se invite a la innovación, al emprendimiento y creatividad.
Transformemos la formación de los maestros de maestros modernizando esos programas y que a ellos lleguen los mejores talentos del país, a quienes debemos incentivar para eso. La meta además es multiplicar por cinco el acceso a la jornada única en cinco años y por tres la apuesta en ciencia y tecnología.
Propongo además una Escuela Rectoral, que actualice a los líderes de colegios públicos y privados y dar una apuesta ambiciosa para que todos los colombianos se gradúen en el nivel C1 de inglés y con algunas herramientas de programación certificadas en máximo diez años.
La invitación finalmente es a dejar atrás esa vieja idea del corporativismo profesoral, o la teoría de que es solo más plata. Pueden requerirse recursos, pero sobre todo eficiencia en su Inversión.
¡En navidad se vale soñar!