Y finalmente Estados Unidos decidió. No fue una campaña fácil, ni un resultado predecible, pero el camino ya está claro. Donald Trump será el nuevo presidente de los Estados Unidos durante los próximos cuatro años.

En materia económica este nuevo período puede incluir giros inesperados, aún a pesar de los discursos de campaña. Trump significa muy seguramente la diminución en impuestos corporativos y la desregulación, para de esta manera motivar el crecimiento de la economía y mayores niveles de inversión.

A lo anterior se sumará seguramente un modelo más proteccionista que eleva los aranceles a bienes importados que sean producidos en el país, en una suerte de nueva era de los aranceles en EE.UU. y en el mundo y muy especialmente contra China. Curiosamente es un modelo muy abierto hacia adentro y muy cerrado hacia afuera.

Mucho de flexibilidad en materia laboral, a menos que sea el caso de inmigrantes, y mucha más desregulación en el sistema financiero, seguramente facilitando modelos alternativos de critpo-inversiones y más competencia. Definitivamente la minimización de subsidios a sindicatos y sociales y el apoyo en especial a exploraciones no convencionales en la industria petrolera, a la infraestructura, a la construcción y al sector de seguridad.

Nada raro tampoco que en esa lógica ‘más proteccionista’, se afecten gigantes tecnológicos por verificación de prácticas antimonopólicas. Por todo lo anterior, mucho cuidado con medidas de defensa comercial, algunas veces sin sustento, como las que Colombia viene aplicando en maíz y leche en polvo.

Diciendo lo anterior, el desafío más importante será para Colombia. ¿Cómo retomar la potencia y éxito de una relación binacional, bicameral, bipartidista y multisectorial, que históricamente hemos sostenido con Estados Unidos y que necesita con urgencia fortalecerse, reconstruirse y animarse? Una relación que representa 27% de las exportaciones, 32% de la inversión extranjera, más de 1 millón de turistas y más de 130 mil empleos generados, y que sigue en modo de representación diplomática en encargo, y supremamente debilitada.

Es urgente avivar algún tema central, que con Biden ni siquiera ha sido el del narcotráfico, a pesar del desastre en el aumento de cultivos ilícitos. Es indispensable poner como tema principal la atracción de la inversión, y esfuerzos mancomunados en ciencia, tecnología y educación, que promuevan la innovación en Colombia, el fortalecimiento de capacidades exportadoras en Pymes y el apoyo a nuestro avance en emprendimiento tech.

Es también absolutamente necesario que Estados Unidos se pronuncie con contundencia sobre la destrucción democrática en Venezuela y que no se acepte la llegada de nuevo del dictador Maduro a partir de enero, y que algo suceda para que semejante exabrupto no se materialice.

Finalmente, y para ser pragmáticos, tendrá que esforzarse el Canciller, porque mal le irá en su relación con el gobierno de EE.UU., dadas las medidas comerciales que ha emprendido contra Estados Unidos y por el aumento en el narcotráfico, que un nuevo gobierno republicano no va a aceptar tan fácilmente; pero bien le irá al presidente Petro, que tendrá un nuevo contradictor en redes sociales, así sea unidireccional.

Esperemos que actúe con prudencia en esos espacios, porque cosa distinta es pelear contra Estados Unidos, como lo tuvo que aprender perfectamente López Obrador.