Por: monseñor José Roberto Ospina Leongómez, obispo de Buga

Coincide este domingo con el día de las madres. Para todas las mamás mi admiración y oración.

En la vida el tema fundamental que le da sentido a todo, que hace que nos sintamos realizados, que justifica el sacrificio, la renuncia, que da alegría profunda y gratificación plena es el Amor. Una verdadera madre ama incondicionalmente y esa es su esencia, de ahí la ternura, la entrega, la comprensión, la preocupación por cada uno de sus hijos, las trasnochadas y desvelos, sus goces y penas, su incansable desgaste en mil oficios caseros y laborales.

Jesús en el evangelio de hoy nos dice: “Si me aman…”. Él también nos ama y quiere que lo amemos. Si ha venido al mundo es porque el Padre nos ama y nos lo ha enviado para salvarnos. Si hay amor en el corazón de las personas es porque Dios es amor y nos lo ha comunicado a manos llenas. Jesús continúa diciendo: “Si me aman guardarán mis mandamientos”, esto es, harán lo que yo les he enseñado, se amarán unos a otros como yo los he amado.

Y más adelante repite: “El que tiene mis mandamientos y los lleva a la práctica, ese es el que me ama; el que me ama será amado de mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él”, con lo cual nos está hablando de un amor especialísimo, pues Dios ama a todos, pero se desvive, se “derrite de ternura” por el que lo ama, creyéndole a Jesús. Además, nos dice que Él pedirá al Padre y nos dará otro Paráclito -consolador, defensor-, para que esté siempre con nosotros el Espíritu de la verdad.

Uno de los sentimientos que a veces nos embarga es el de la soledad, y con él, el de la impotencia frente a los problemas, enfermedades, carencias económicas, desengaños. Pareciera que estuviéramos remando solos, luchando con nuestras pocas fuerzas, haciéndole frente al día a día por cuenta propia. Pero esta promesa de Jesús, es la que ha sostenido a la Iglesia veinte siglos, “no los dejaré huérfanos: volveré a ustedes… y aquel día comprenderán que yo estoy en el Padre y ustedes en mí y yo en ustedes”.

Amar a Jesús es la mejor inversión que podemos hacer, pues la soledad que nos agobia no existe. Él está en cada uno de nosotros, y con Él, el Padre celestial y el Espíritu Santo. Todo se potencia, todo se cambia, todo renace, todo toma otra dimensión. La condición: amar a Jesús practicando lo que nos ha mandado. Creámosle e invirtamos en amor.