‘As time goes by’ fue la canción que nos unió. Fueron muchas las veces que la pergeñé en mi viejo piano, allá en la montaña, en noches claras de inquietos luceros o en atardeceres nublados y nebulosos, de gratos recuerdos, hablando de la vida y de la vida.
“Play again Sam”, era su llamado para que, alejándonos del bullicio de cualquier reunión de amigos fraternos, rememoráramos aquella canción que interpretara el pianista que acompañaba a Rick (Humphrey Bogart) en la película Casablanca, evocando a su amada Ilsa (Ingrid Bergman) y su amor imposible que quedó plasmado en una de las películas de amor y de dolor más famosas del cine universal.
Y esa faceta, para muchos desconocida, fue lo que más caracterizó a ese artista extraviado en la arquitectura, que logró plasmar en cada uno de sus diseños, verdaderas obras de arte, que le rinden un permanente homenaje a todo lo largo de esta ciudad.
Payanés, que no popayanejo, pudo haber triunfado en cualquier lugar del mundo, pero prefirió hacerlo en esta ciudad de la Salsa, el demonio y la carne, siendo, hay que decirlo, profeta en su tierra.
Sin embargo, insistió en su estilo mezcla de innovación, realismo y sentido práctico, lo que le llevó a ganarse los premios que quiso y a dejar para la posteridad la impronta de su obra, muchas veces en contra de los molinos de viento movidos por las envidias de su propia profesión, que jamás le importaron.
A sus 91 años murió el gran Manolo. Conoció muy de cerca la gloria, la fama y la fortuna que la llegó a tener y harta y muy tranquilamente se fue alejando para vivir sus últimos días tranquilamente, rodeado de su familia y de los escasos amigos que a uno le quedan cuando ya quiere estar alejado del mundanal rugido del mundo y sus pasiones.
Ni para qué mencionar su prolífica obra. De ello se encargarán las muchas crónicas que se divulgarán por estos días, pero déjenme decirles que para mí fue La Tertulia su diseño cumbre, digna postal de nuestra atribulada Cali, diseño que por poco no se lo aceptan. Como también los edificios colindantes de la Cámara de Comercio, los Bancos de la República, Occidente y Bogotá, contiguos a la restaurada Casa Arzobispal en el centro del caos del centro de la ciudad.
Desde hace 40 años, y perdón por la alusión personal, vivimos en un edificio diseñado por Lago, quien en varias oportunidades solía decirnos que había sido su mejor diseño y había que creerle porque seguramente tenía razón.
Al comienzo de estas deshilvanadas palabras, fruto de la tristeza que me embarga, creo que no mencioné su obra pictórica, casi que desconocida, que tuvo como referentes principales al Popayán de sus amores y a Cartagena de Indias, como tampoco su gran sentido del amor, del humor y del rumor.
Manolo querido, guárdame un espacio en donde quiera estés. Me están dando ya ganas de meter papeles y allá llegaré con otra de tus canciones favoritas ‘Night and day’ de Cole Porter.