Cuando supe que nos visitarían miles de turistas con ocasión de la COP16, pensé que al salir del aeropuerto se toparían con unas señoras acuclilladas frente un platón metálico, ante el cual se iban inclinando viajeros sin distingos de clase social y que, tras un escaneo rápido, escogían uno o varios de unos frutos amarillo-rojizos al que le añadían generosas cantidades de sal, sal que caía también sobre el vestido de las mujeres y hombres.

Se trata del chontaduro, el fruto de una palma que crece en la Costa del Pacífico Americano, desde el Ecuador hasta Nicaragua, cuyo nombre científico es Bactris Gasipaes que, además del fruto, tiene un tallo de madera fina y de sus cogollos tiernos, se hacen exquisitos ‘palmitos’. El Bactris tiene dos temporadas de cosecha, la primera entre enero y la segunda en octubre.

En Colombia y Ecuador se le llama chontaduro o chonta respectivamente, declarando su origen quechua, nombre con que se designa la palma. En el valle del río Magdalena se lo conoce como cachipay nombre utilizado en el altiplano cundiboyacense. ‘Pupuña’, ‘pipire’, ‘pijuayo’, ‘pixbae’, ‘chima’ y ‘tembe’ son otros nombres para el chontaduro.

En Panamá lo llaman pisbá o pifa y lo ofrecen en las calles vendedores ambulantes como en Colombia. El chontaduro es uno de los alimentos tropicales con mayor valor nutritivo, tiene alrededor de 4% de proteína y alto contenido de betacarotenos, fósforo, calcio y hierro. Son de gran importancia gastronómica y económica en Costa Rica, donde lo llaman pejibaye y se consumen generalmente cocidos, con mayonesa o crema agria y constituyen una especie de delicatessen nacional. En la costa ecuatoriana se prepara con maduro y leche y se toma a la hora del desayuno. En algunas regiones se usan como alimento para gallinas o como abono para los cultivos.

Las Crónicas del Descubrimiento narran que los indígenas le ofrecieron el chontaduro a Cristóbal Colón, con una suerte de baile colectivo con insinuaciones eróticas, llamada la Danza del Chontaduro. Según cuenta Cortés en su Historia de la Nueva España(1770), los conquistadores sospecharon el valor nutritivo del chontaduro al observar que los niños indígenas se veían menos desnutridos en las épocas de cosecha.

Creencias culturales muy arraigadas adjudican al chontaduro propiedades como estimulador sexual, asegurando que su consumo estimula la libido. El leve aumento en los nacimientos observado en Colombia al redor del mes de septiembre, nueve meses después de la cosecha, lo interpretan con el refrán ‘Comer chontaduro, niño seguro’. Otros creen que las leves sacudidas para quitarse de encima la sal que cae en el pecho de las mujeres o en el pantalón de los hombres al comer la fruta pueden estimular el deseo sexual.

Los expertos están de acuerdo en que el cerebro controla el apetito sexual; pero no hay investigaciones serias que lo confirmen. Sin embargo, el saber popular afirma que ‘uno cree lo que quiere creer’ y el filósofo medioeval Avicena, definiendo efecto placebo afirmó: “La naturaleza obedece los deseos vehementes del alma”.