En la noche del 5 de septiembre de 1975 –o setiembre, como escribían en Argentina–, Charly García se despidió de las tarimas con su primera banda, Sui Géneris. Habían lanzado tres de los discos más memorables de la música en nuestro idioma en menos de cuatro años. Charly todavía se llamaba Charlie en las entrevistas y discos, y todavía no cumplía 25 años.
La huella de Charly en la historia de la música ya estaría asegurada para toda la eternidad solo a partir de los tres discos de Sui Géneris, Vida, Confesiones de Invierno e Instituciones, y especialmente del magistral concierto de despedida. Gran parte de Latinoamérica creció, maduró, se enamoró y vivió con la música de Sui Géneris en el fondo.
La obra de Charly García entre 1970 y 1982, con sus primeras tres bandas, es la música más sublime escrita en este lado del continente. La Máquina de Hacer Pájaros, más corta en su duración, reconocimiento y en el tamaño de su obra, es tal vez la más compleja y genial de sus tres bandas de juventud. Sigo esperando que algún día salga a la luz el primer video de alguna de sus presentaciones en vivo, pero sus dos elepés y las cintas caseras de los aficionados que grababan sus conciertos con casetes son suficientes para entender la enorme trascendencia de esta banda progresiva y de rock sinfónico en la música en español. (Qué bello era eso: las personas llevaban sus grabadoras de bolsillo a los conciertos para luego volverlos a oír.
Gracias a esas grabaciones que duraron décadas guardadas en baúles de cientos de casas y que han sido descubiertas por quienes las grabaron, hoy tenemos registro de algunos de los conciertos más legendarios de la música en español).
La historia de Charly también es la de la fortuna de su encuentro con buenos amigos que supieron entender su talento, como Nito Mestre, David Lebón, Pedro Aznar, Luis Alberto Spinetta y Rinaldo Rafanelli. Serú Girán, la última de sus bandas (1978-1982), fue quizás la de mayor éxito e impacto, en medio de una de las horas más difíciles de Argentina. La música de Charly y esa banda extraordinaria llevó a un siguiente nivel su musicalidad, sus letras y la intensidad de sus presentaciones. Canciones como ‘Eiti Leda’ y ‘Cinema Verité’ son obras de lo más complejo y al mismo tiempo sublimes y completas. Desde entonces, su carrera solista, llena de momentos memorables, ha abarcado cuatro décadas y una lista sin fin de canciones memorables.
Esta semana, el ciudadano García, como lo llama su colega Calamaro con gran admiración, lanzó su más reciente disco, ‘La lógica del escorpión’. El día del lanzamiento me encerré a oírlo, una y otra vez. Charly no siente miedo de mostrar que los años han pasado y este nuevo disco es el testimonio de un espíritu inagotable, como lo advertía en 1973 con una adelantadísima madurez en ‘Cuando ya me empiece a quedar solo’: “una vejez sin temores”.
Son muy pocas las personas que han hecho tanto por la música, la libertad y la expresión en este continente, en medio de épocas de atroces dictaduras y de guerras sin sentido. A veces los excesos de Charly, sus vueltas por la vida y sus palabras han hablado más que su obra, especialmente para quienes no han tenido la fortuna de sumergirse en esos discos gloriosos con los que se ganó su lugar en la historia de nuestra cultura. Pero debería ser lo contrario: es su obra la que debe hablar por décadas y siglos.
¡Cuánto le debo a la música de Charly García desde ese día que mi mamá me mostró sus discos de Sui Géneris! Gracias al ciudadano García por tanto.