Los 8 de marzo nos deben servir para recordar y agradecer a todas esas mujeres que a través de sus luchas abrieron el camino para que hoy muchas de nosotras tengamos derechos y un espacio ganado en distintos frentes que, aunque damos por sentado, hace algunas décadas eran inimaginables para nosotras como ejercer derechos políticos, estudiar, tener derecho sobre nuestros hijos, entre otros muchos temas.
El camino ha sido largo y tortuoso y aunque se ha avanzado en varios aspectos, es importante reconocer lo que hace falta. Primero, no podemos perder de vista que hoy, en 2024, muchas mujeres en el mundo no tienen este camino ganado y segundo, pero no menos importante, reconocer que el camino en términos de equidad es largo y tiene varias aristas.
En teoría, hoy no se discute que hombres y mujeres tenemos los mismos derechos y responsabilidades. Sin embargo, seguimos viendo brechas importantes en términos de cargos directivos en las organizaciones públicas y privadas, además de que el porcentaje de mujeres en juntas directivas no es el que debería. Algunas de las razones que explican por qué aún tenemos estas brechas son claras: aun la mayoría de las mujeres son responsables del cuidado y todavía culturalmente hay muchas creencias limitantes sobre el rol que tienen hombres y mujeres en la sociedad.
Las mujeres son, en muchos casos, las únicas responsables del cuidado de niños, adultos mayores y del hogar (desde que son niñas). Seguimos criando niños que consideran que lavar los platos, ir al mercado o cuidar a sus hermanitos es solo responsabilidad de sus hermanas o mamás. Según el Dane, las mujeres dedicaron en promedio 7 horas y 46 minutos al día en actividades de trabajo no remunerado y los hombres 3 horas y 6 minutos. Por esto, las niñas y después las mujeres se quedan atrás en espacios de proyección profesional, ya que están ocupadas en un trabajo no pago, sin contar la discriminación que todavía existe y sin tener en cuenta la narrativa (respetable si es una decisión consciente) de que las mujeres debemos quedarnos en la casa siendo mamás y que la posibilidad de trabajar y ser mamás es imposible.
Esta situación es menos grave para mujeres que, como yo, tenemos el privilegio de tener una red de apoyo fuerte, que empieza por un esposo que decidió cambiar estos paradigmas; que tengo la capacidad monetaria de contratar personas que me apoyen en el cuidado de mis hijas y el hogar, que tengo una familia que siempre está y ha estado ahí para mí. Pero, ¿qué pasa con las mujeres que por condiciones sociales, que no dependen de ellas, están en una situación de desventaja?
Para que entendamos la gravedad del contexto, la pobreza en el Valle del Cauca se concentra en mujeres, jóvenes, afrodescendientes. Para el 2022, la pobreza en las mujeres fue de 29% mientras que en los hombres fue de 27,1%. A nivel nacional, si una mujer es afro y jefe de hogar la pobreza alcanza un 50,9%. Esto se explica justamente porque para estas mujeres la discusión no es ni siquiera si le pagan igual o no que a los hombres, su lucha es si logran conseguir un trabajo formal para sostener a sus hijos y familias.
Las mujeres tenemos muchas luchas en adelante. Sin embargo, es necesario sobre todo luchar por aquellas mujeres que viven en condiciones de vulnerabilidad y que como sociedad les debemos no solo equidad de género, sino equidad para ellas y sus hijos. Esta será la única forma que avanzaremos hacia una sociedad más justa.