Escuchamos la voz de los taitas hablando del duende que, según sus creencias, protege y cuida a los niños extraviados en la selva. Estamos entonces ante una interpretación del mundo diferente a lo que la cultura racional y occidental conoce y acepta. Hablamos de un tema que se conoce como ‘los elementales de la naturaleza’, un mundo en otra dimensión energética que pueblos y culturas de toda la tierra conocen y aceptan.

“La teoría de que los espíritus de la naturaleza no existen porque no se ven es muy materialista, nos viene del Siglo XIX, del positivismo. Comte no podría entender que si colocamos aquí un aparato de radio y lo conectamos, se produzca música. Él diría: «¿Cómo va a haber música si la habitación está cerrada? ¿de dónde viene la música?». Nosotros hoy sabemos que las ondas hertzianas atraviesan la pared como si no existiese y llegan hasta aquí convertidas, por medio del aparato, en música o en palabras. Y desgraciadamente, pese a esto, hoy la gente sigue pensando como en el siglo pasado, de un modo materialista, creyendo que las cosas que no se ven no existen. Como los elementales no son normalmente visibles, pues dicen que no existen” (J.Livraga).

Cuatro son los elementales de la naturaleza: aire, fuego, tierra y agua. Las Ninfas en el agua, las Sílfides en el aire, los Pigmeos en la tierra, y las Salamandras en el fuego. Las personas que viven en el campo, menos ‘contaminadas’ de lo racional (no por ello menos capaces o inteligentes) conocen historias de elementales en su vida cotidiana. Los caballos con trenzas en su pelo… niños que ven al duende, pequeño, con sombrero y cara de viejo, niños que ‘desaparecen’ llevados por el duende. Cada cultura tiene sus creencias, sus aciertos, sus errores.

Lo valioso hoy para Colombia, es que estas dos visiones o miradas se encuentren frente a frente, no para destruirse, sino precisamente para enriquecerse. Lo que necesitamos es apertura e inclusión. La historia de los niños perdidos abre un portal de información y conocimientos ancestrales que nos debe llevar al respeto de creencias diferentes. Parte de lo que la modernidad enfrenta en el tema climático obedece a la soberbia del mundo racional que consideró que la naturaleza estaba a su servicio.

El hombre se consideró el ‘rey de la naturaleza’ y la trató como se le antojó, atropellándola e irrespetándola. Los pueblos indígenas la respetan, la ‘escuchan’ y acatan su poder: tienen una visión diferente no contaminada ni de éxito, dinero o poder.

Claro, no se pueden desconocer los avances de la ciencia en calidad de vida pero el problema surge cuando la soberbia del conocimiento desconoce otras miradas tan válidas como las propias. Wilber lo dice claramente: las fronteras, las barreras nos llevaron al caos porque dividieron la unidad. Y en la fragmentación, en la polarización, nos estamos destruyendo…

No creo que exista un ser humano que no haya experimentado ‘algo’ mágico, misterioso, sin explicación racional en su vida. Sólo que la mente racional ‘aplasta’ estos saberes. No todo lo esotérico (oculto a los sentidos, de difícil acceso a la mente) está asociado a brujería. Allí existe una sabiduría que podría aportar equilibrio y armonía en un mundo donde lo racional no ha dado (ni puede) responder. Es hora entonces de la inclusión…