El fútbol es el espejo del mundo. Hay otros, desde luego, pero creo que ninguno como él es capaz de mostrar lo que realmente está pasando en el mundo, gracias a que es un deporte de cobertura verdaderamente mundial. Como no logran serlo, ni el balón mano, ni el béisbol o el fútbol americano.

Los campeonatos que en Estados Unidos llaman “mundiales”, no son más que campeonatos nacionales en un país que aún se cree el centro del universo. La Copa Mundo, en cambio, sí es de verdad un campeonato mundial en el que participan equipos de países de los cinco continentes, en los cuales los aficionados suman muchos millones. Y no olvidemos que la televisión vía satélite hoy conecta a los aficionados al fútbol de una manera inimaginable hace apenas unas décadas, permitiéndoles ver partidos en todo el mundo y seguir la Copa América, la Eurocopa o la Copa Africana de Naciones.

Yo en ese espejo he visto muchas cosas, pero hoy quiero referirme a lo que el fútbol muestra sobre los incesantes flujos migratorios del mundo y sobre su contraparte racista y xenófoba. La que le ha estallado en la cara a la Selección Argentina debido al canto racista que improvisó el jugador Enzo Fernández en medio de la euforia desencadenada con la que festejaban haberse llevado este año la Copa América. Un cantico, además de ofensivo extemporáneo, porque ofendía no a los jugadores de la Selección Colombia, a la que venían de ganar, sino a la de Francia, a la que vencieron en la final de la Copa Mundo 2022. Se sintió autorizado a burlarse de dicha selección porque muchos de sus jugadores son negros o ‘pardos’, mientras él es blanco o se siente blanco, como lo son o se sienten los habitantes de una Argentina en la que no hace mucho eran comunes términos como “cabecitas negras” o “collas”, para referirse a mestizos e indios.

La buena noticia es que el cántico de Fernández levantó tal rechazo a escala internacional, que obligó a la Fifa a abrir un expediente y a él mismo a disculparse públicamente. El racismo sigue aún vivo, pero cada día está más desacreditado. Hasta el punto de que los políticos racistas ya no se atreven a defender en público su racismo. Como no podría ser de otro modo, debido a los incontenibles flujos migratorios, que están cambiando la fisonomía racial de los países. Al punto de que en la final de la Copa mundo, Argentina parecía un equipo europeo, mientras que el de Francia un equipo africano.