No llovió, a pesar de las amenazas de tormentas y lluvia justo a la hora de la ceremonia. Al contrario, salió un sol hermoso acompañado de un poco de brisa que espantó la humedad típica del sur de Estados Unidos. Nos sentamos bajo árboles antiguos en la rotonda de la Universidad, rodeados de padres, hermanos y abuelos que viajaron ilusionados de celebrar a una generación que vivió sus momentos más importantes a través de una pantalla de zoom.

Bella estaba radiante, emocionada y, también, un poco tensa al tener tantos familiares en su pequeña ciudad, después de vivir sola durante varios años. Cada vez más adulta, más completa, más tranquila, sigue siendo una niña alegre, de espíritu libre y obsesión por los anillos y cadenas. Es trabajadora como mi papá, artista como mi mamá, aventurera y rápida como su hermano. Comparte mi afición por la cocina y la férrea independencia. Ante todo, es adulta. Sabe cuidarse y tomar buenas decisiones. Conoce sus talentos y las líneas rojas. Valora la familia y piensa en los demás. Está lista.

Se me estalla el corazón de orgullo viéndola en el escenario mientras revivo sus años de bebé, la media lengua, el canto que abandonó, el voleibol incesante, la adolescencia rebelde, la cercanía con su hermanito, su partida de la casa, su vida actual de trabajo duro y momentos de fiesta. Como muchos de su generación, ha enfrentado el dolor; el divorcio de sus padres, la muerte de seres queridos, relaciones rotas y ambientes malsanos. Los años de covid, la incertidumbre del futuro, a veces la soledad, pero sigue sonriéndole a la vida.

Los graduados de este año son especiales. Terminan sus estudios en medio de protestas violentas. Nacieron sin redes sociales, pero viven en la era de la inteligencia artificial. Crecieron jugando en los árboles y hoy los amenaza el cambio climático. Empezaron sus vidas en tiempos del 9-11, y terminaron sus carreras en medio de dos guerras. Son parte de un mundo globalizado, pero se enfocan más en el móvil que en el horizonte.

No creen en los políticos, sino en las celebridades, practican el reciclaje pero compran ropa a dos manos. Vivieron en la era Trump y quizás una segunda. Fueron testigos de vaivenes ideológicos en América Latina, crisis migratorias en Europa, golpes de Estado en África, restricciones de libertad en Asia. La crisis ambiental, la inseguridad alimentaria, la desigualdad, la violencia, están en todas partes.

Es complicado, sí. Todo está caro y es difícil encontrar trabajo. Pero también viven en un mundo en el que las mujeres como Bella tienen derechos iguales a los hombres, y acceso a sus sueños y las oportunidades. Donde hay conciencia ambiental, de la importancia de la salud física y mental, el equilibrio y el bienestar. Hay música infinita y películas excelentes, paseos cerca y lejos que imprimen recuerdos imborrables.

Con infinito acceso a la información es fácil conectarse con la familia en el otro lado del planeta, averiguar donde venden buenos postres, o armar una fiesta a última hora. Tienen amigos y amores, ilusiones y metas. El futuro es incierto, pero ellos triunfarán porque son fuertes y flexibles, introspectivos, recursivos y abiertos al cambio. Saben que no todo es serio, evitan lo que no quieren y persiguen sus sueños, aunque los caminos nos parezcan poco convencionales. Están listos.