Eduardo Durán Gómez es un personaje inolvidable. Recoge de modo espontáneo el señorío, la discreción, el talento, el buen humor y la formación intelectual. Cuando uno lo conoce, advierte la diferencia que marca una inteligencia de conocimientos universales como la suya, pero que aflora con la discreción propia de quien no está buscando llamar la atención.
No obstante, es muy difícil presentar una hoja de vida con sus grandes ejecutorias. Él acaba de ser nombrado en propiedad Director de la Academia Colombiana de la Lengua Castellana, cargo al que llegó después de haber sido el Subdirector desde el 2016 y haber estado encargado de la Dirección. Esa es una función elevada, en procura de proteger el idioma y estar atento a los movimientos que se van forjando en el campo intelectual de los pueblos y de su idiosincrasia, que dejan de ser estáticos para adquirir su propia dinámica.
El doctor Durán, nacido en Bucaramanga, también ha sido Presidente de la Academia de Historia de Colombia y es miembro de las grandes academias de habla latina. Ha sido director de periódicos de enorme importancia como Vanguardia de su tierra natal y es columnista asiduo de grandes rotativas como El Colombiano de Medellín y de este mismo periódico, El País de Cali. Tuvo a bien enviarme su discurso de posesión, cosa que agradezco, y de él tomo estos apartes:
“... Las academias de la lengua, hacemos un trabajo más allá del estudio del ordenamiento lingüístico, y de la aplicación de los cánones gramaticales; promovemos la literatura, la poesía, el periodismo, nos asociamos a la ciencia para estimular su expresión y nos juntamos con todos aquellos que quieran hacer del idioma una herramienta creativa y estimulante para la comunicación, para la construcción de formas y espacios, y para estimular el progreso de cualquier iniciativa humana. Y desde luego, para la recreación, pues todo espacio alentado por el buen hablar o el buen escribir, se convierte en una ocasión sugerente para alentar la vida y para extraer sus mejores elementos nutricios.
“La lengua es entonces un instrumento de múltiples facetas, que el ser humano tiene a su alcance para crear o para destruir, para alegrar o para amargar; para estimular o para minimizar; para dilucidar o para opacar. Nos acompaña también en el silencio o en el bullicio, y nos lleva más allá de la existencia, cuando es posible evocar el legado que dejaron las palabras pronunciadas y los vocablos escritos, en el trasegar de la vida...”.
El nuevo presidente de la Academia ha desempeñado cargos muy importantes en la administración, como alcalde de su ciudad natal, aunque no ha sido un político. Y ha escrito varios libros de trascendencia en el campo histórico e idiomático de este país.
Vale la pena recordar que esta Academia fue fundada -como lo recuerda el doctor Durán- hace ciento cincuenta y dos años por el doctor José María Vergara y Vergara, don Miguel Antonio Caro y don José Manuel Marroquín. Era la época de los gramáticos y los tres personajes llegaron a ser presidentes de la República.
Conocí al doctor Durán Gómez y nos hicimos amigos cuando nos acompañó en unas ceremonias de la Academia de Historia del Valle del Cauca y estuvo al lado de otro académico brillante y gran amigo, el doctor Antonio Cacua Prada, cuyas prosa y disertación no han podido ser olvidadas por ninguno de los que asistimos a tales actos. ¡Felicitaciones!, doctor Durán Gómez, por continuar aquella huella de altruismo patriótico y gran cultura, dentro de una línea de honra y virtud.