Hay momentos en que entre la refriega política y las pasiones, se pierde la cordura. Es allí cuando se echa de menos la moral y la ética en las palabras y las acciones de los mandatarios, autoridades y demás estamentos de una sociedad.
Al escuchar cotidianamente al presidente de Colombia en odiosas y exaltadas expresiones e injurias con el objeto de descalificar a tal o cual estrato social, raza, profesión, oficio, partido político, o a cualquiera que no se acomode a sus propósitos, añoramos tener un gobernante con las condiciones que desde la antigüedad se esperan de quien conduzca una Nación.
Se habla de atributos como la capacidad de discernimiento y la prudencia que destacara el filósofo español Baltasar Gracián, ó el famoso “justo medio” de Aristóteles que lo vemos en el hombre racional que toma decisiones en una posición intermedia entre el exceso y el defecto. Es la búsqueda del equilibrio que precisamente no conocen los radicales, pues pierden de vista los matices de los asuntos a la hora de fijar metas y emprender obras. Aplica frente a conceptos como la verdad, donde la sinceridad es el justo medio entre la arrogancia y el disimulo, ó la valentía lo es entre la temeridad y la cobardía.
Convertir en malos a gremios, personas u oponentes al compararlos con delincuentes, esclavistas o mafiosos, desdice del que lo hace, empobrece su autoridad y daña a una comunidad al dividirla en lugar de unirla. Por eso es conveniente que la justicia conmine a quienes desde altas posiciones injurian e insultan, afectando el derecho a la honra, a la expresión y a la protesta política. El ejercicio del derecho a la libertad de opinión de quienes gobiernan, tiene límites y deberes.
Con oportunidad el Consejo de Estado ordenó al presidente retractarse y presentar excusas públicas para amparar el derecho al buen nombre de un accionante, por no haber demostrado la carga de veracidad e imparcialidad de la información, ni evidencias pertinentes que sustenten sus afirmaciones, ni acreditó haber agotado un mínimo de diligencia. Precisó que “el poder-deber de comunicación de los altos funcionarios públicos está limitado por la veracidad y la imparcialidad cuando transmitan información, y por la mínima justificación fáctica y la razonabilidad de sus opiniones” (Sentencia 27-08- 2024).
En otro caso, le ordenó disculparse públicamente por tildar de “asesinos” a personas que en ejercicio de su derecho a la libertad de expresión, protesta y oposición han gritado “fuera, Petro”, porque no tenía un mínimo de justificación fáctica, ni razonabilidad, ni prueba que posibilite equiparar, de manera generalizada, a quienes han usado el eslogan político “fuera Petro”, con quienes han cometido el delito de homicidio (Sentencia 19-09- 2024).
También tutelaron al presidente por llamar a periodistas “muñecas de la mafia”, con lo cual discriminó a un género y a una profesión. Aunque el mandatario acate las
órdenes, no convencen sus excusas, pues como sucede frente a cualquier crítica, de forma arrogante y confusa se explaya en un intento vano de exponer como don Quijote, “la razón de la sinrazón, que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra hermosura”. Esta es una de las frases que le daba vueltas al señor de la Mancha en su cabeza y le hicieron perder la cordura, ahí sí para nuestro deleite en el relato de Cervantes.