En su cátedra de Sucesiones en el Externado de Colombia, el maestro Ricardo Hinestrosa Daza insinuaba a sus discípulos que así como los sacerdotes lo hacen con el breviario, los futuros abogados deberíamos de leer constantemente el articulado del Código Civil.
Yo, que he gozado de buena memoria, podía recitar pasajes de ese estatuto, introducido a Colombia por don Andrés Bello, en copia del que él había redactado para Chile, a su turno inspirado en el código napoleónico de 1804.
Uno de los artículos -el 1011-, que no ha sido modificado con el paso del tiempo, dice que: “Las asignaciones a título universal se llaman herencias, y las asignaciones a título singular, legados”.
Durante años, ese era el conocimiento que tenía de ‘legado’, término que frecuentemente usé en mi vida profesional porque los testadores lo incluían en sus memorias, que entraban en vigencia cuando partían a otra dimensión, para felicidad de los legatarios.
En tiempos modernos se le ha dado al término un significado político, y por eso escuchamos que Zutano dejó tal legado, y que Perencejo dejó tal otro, y son incontables los que cargan a cuestas el honor de haber dejado un legado.
Recorro la historia política de Colombia y observo que a muy pocos se les puede atribuir esa distinción de la paternidad de un legado.
Desde luego, Bolívar ostenta el máximo legado a los liberados del ‘yugo español’.
Un siglo adelante, Alfonso López Pumarejo legó la Reforma Constitucional de 1936, que le quebró varias vértebras a la retardataria Carta de 1886.
En 1968, Carlos Lleras Restrepo impulsa la reforma constitucional de ese año, que trajo una auténtica transformación de la vida política y económica del país.
En 1991, César Gaviria patrocinó la Constitución que hoy rige, y que a mí no me parece la maravilla que otros proclaman.
Ahora, la senadora Paloma Valencia propone que en las universidades se introduzca la asignatura de ‘El legado de Uribe’, para que las generaciones actuales y venturas conozcan la herencia institucional y política que deja el expresidente Álvaro Uribe Vélez, en su tránsito por las altas esferas del poder.
Supongo que esa cátedra será inaugurada en la Universidad del Cauca, y por eso desde ahora solicito a la ilustre legisladora que anote mi nombre como primer matriculado, para entender en qué consiste el legado del patriarca.
¿Quizás un libro que yo no haya leído? ¿Una reforma constitucional distinta de la que introdujo la reelección inmediata del presidente, con el voto turbio de Yidis Medina? ¿Su extrema vigilancia sobre el Ejército para que no se produjeran los falsos positivos? ¿Su arsenal de falacias contra el Acuerdo de Paz con las Farc? ¿Su apoyo a ineptos como Iván Duque?
Si se me admite, estaré en Popayán en el histórico recinto de la centenaria universidad y tendré el privilegio de escuchar las disertaciones de Rafael Nieto Loaiza, Alfredo Rangel, Angelino Garzón y Paola Holguín, figuras cimeras del Centro Democrático, que esculpirán en mi mente el legado del dirigente antioqueño.
Delicioso vivir un tiempo en la Ciudad Blanca para asistir al curso propuesto por Paloma. Una dicha comer empanadas y tamales de pipián con ají de maní y degustar el salpicón de Baudilia.
Como Petro está patrocinando la Matrícula Cero en universidades públicas –y la del Cauca lo es- pido que se me tenga en cuenta para disfrutar esa enseñanza que me sacará de la ignorancia del legado del ‘gran colombiano’.