Los miedos absurdos, técnicamente denominados fobias, se definen como temores a una situación o cosa que normalmente no debería causar inquietud. Las fobias van desde las más conocidas como miedo a volar en un avión, ver sangre, a las alturas o a los espacios cerrados, hasta otras menos comunes como el miedo a las mariposas negras o a comer en público.
Pero las fobias no acompañan a las personas todo el tiempo. Quien le tiene fobia a volar en avión abandona su episodio de angustia con todas sus desagradables manifestaciones una vez aterriza. Después de ese momento, su vida sigue como antes.
También existe la fobia a la soledad. Una de las más frecuentes manifestaciones de esta fobia es un gran desasosiego y un gran temor cuando les falta una pareja. Desafortunadamente, esta fobia es bastante frecuente, y puede tener repercusiones muy negativas para la estabilidad personal. Si bien es deseable compartir la vida con una pareja estable, es necesario aprender a tolerar la soledad sin salir corriendo a llenar ese espacio con lo primero que se atraviese en el camino, pues las peores elecciones ocurren bajo el acoso tiránico del miedo a la soledad.
En otras áreas de la vida, el tomar decisiones forzadas por el miedo puede dar lugar a situaciones donde las personas comprometen su dignidad personal y se conforman con relaciones mediocres, “convenientes”, autodestructivas o humillantes. Abortan de esa forma la posibilidad de encontrar la plenitud en una forma de vida que los gratifique más completamente. En resumen, eliminan las opciones de una vida mejor.
La obsesión por “tener el bulto al lado” sin importar cuan inconveniente sea, determina que el resto de la vida se convierta en una prisión voluntaria de la cual es cada vez más difícil escapar. El paso del tiempo, las presiones sociales, la fuerza de la costumbre y la desmoralización, reducen las posibilidades, minan la voluntad y debilitan el amor propio.
La fobia a la soledad es una enfermedad que limita enormemente y que se adorna con racionalizaciones y explicaciones que pretenden justificarla. Por ejemplo: “¿A quién le va a gustar estar solo?”. “Mi vida es monótona, pero no me falta nada”. “No hay mucho amor, pero(ella/el) es mi seguridad”. “Es buena persona...”. “Qué más puede uno pedir?”. “Lo/a llamo, y de inmediato aparece”. “¿Si no lo hice cuando estaba joven...ya para qué? “Es mejor estar mal acompañado que solo”.
Pero la realidad es que “La vida merece vivirse plenamente”. Y es vital recordar que no tener pareja no es lo mismo que estar solo. Las buenas amistades o los familiares con quienes hay compatibilidades son excelente compañía. Además, la convivencia sosegada con la soledad es una fortuna para los seres privilegiados que se sienten bien en compañía de sí mismos y disfrutan del silencio y la lectura.
Cuando existe el terror a la soledad, es importante hacer un examen objetivo del presente y estar abierto a un cambio. Entendiendo que esta fobia, cuando se atraviesa en la realización personal, puede llegar a requerir ayuda externa, ya sea profesional o de familiares y amigos.