Indigentes, personas en situación de calle, vagabundos, adictos, llámenlo como quieran, hay miles en la ciudad, empoderados y apoderados de las calles y principalmente de la ribera del río Cali desde el zoológico hasta Floralia en la desembocadura con el cauca, con puntos críticos en Normandía, el CAM, el Piloto y la Isla.

Por allí deambulan con sus cartones, acampan, acopian material reciclable, dejan el basurero, roban cuanto pueden del mobiliario urbano, rejillas, tapas de alcantarillas, compran y consumen droga.

Se han vuelto paisaje para las autoridades y un dolor de cabeza para los vecinos y transeúntes. Ahora que viene la COP16 los recogerán y llevarán a algún lugar en las afueras donde estarán a cargo de funcionarios de Bienestar Social y de Seguridad y Justicia, supongo, mientras se van los invitados especiales y luego volverán a la calle. El tema es qué hacer con esta población que va en ascenso. Casi todos hombres mayores de edad que haciendo uso del derecho a la libre movilidad circulan sin Dios ni ley, con la absoluta libertad que les da la constitución, pero sin ningún deber que cumplir, ‘amparados’ en sus adicciones que en muchos casos ya no tienen cura.

Son varias las iniciativas para atenderlos, las más importantes: Samaritanos de la Calle y Jesús Pescador de Hombres, además de otras fundaciones casi todas vinculadas a las iglesias católicas y cristianas que no dan abasto y se quedan en lo asistencial porque no pueden hacer más.

Para enfrentar este problema habría que atender varios de estos puntos:

Seguir trabajando para desmantelar las bandas que les venden droga.

Auditar el comercio de reciclables bajo las mismas reglas del comercio formal.

Fomentar y apoyar a las cooperativas que se dedican al reciclaje de manera seria y profesional.

Controlar con presencia policial permanente los corredores de indigencia.

Mantener podadas y despejadas las zonas verdes aledañas al río Cali.

Es hora de mirar de frente el problema y dejar de ignorarlos como se les ignora, volviendo a estas personas invisibles. Enfrentar la situación con trabajo social, pero también con autoridad, no puede ser que las calles ya no le pertenezcan a los ciudadanos sino a las legiones de habitantes de calle que circulan, consumen, roban y dañan sin que nadie les diga nada porque pobrecitos.