La educación financiera es un pilar fundamental para el desarrollo del bienestar social y económico de los ciudadanos. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) reconoce que esta forma de educación no solo capacita a los individuos en la comprensión de conceptos y productos financieros, sino que también cultiva habilidades esenciales para la toma de decisiones informadas. No obstante, la realidad en Colombia es preocupante. Según el Estudio de Educación Financiera de Pisa 2022, únicamente el 16% de los estudiantes colombianos ha alcanzado el nivel mínimo de competencia en esta área, cifra que dista considerablemente del 54% del promedio de los países miembros de la Ocde. Esta alarmante estadística sugiere que un número significativo de jóvenes carece de las habilidades para gestionar presupuestos, entender los mecanismos de préstamos, ahorrar de manera efectiva y reconocer los riesgos asociados con productos financieros.

Esta situación se ve agravada por los datos de la más reciente Encuesta de Calidad de Vida del Dane, que indica que solo el 25% de los jóvenes entre 15 y 24 años ahorran regularmente. Aún más inquietante es que el 60% de este grupo etario desconoce cómo funcionan los productos financieros. Según el Banco de la República, más del 50% de los jóvenes no sabe manejar un presupuesto o planificar sus finanzas.

Un panorama que debe llamarnos a la acción inmediata y conjunta. Es esencial redoblar esfuerzos para instaurar una educación financiera real e inclusiva que transforme comportamientos en hábitos financieros saludables. Desde edades tempranas, es crucial ofrecer conceptos básicos y herramientas adaptadas a las necesidades de los jóvenes, permitiéndoles tomar decisiones informadas sobre sus recursos. Esta tarea involucra no solo al Estado y a las instituciones educativas, sino también a las organizaciones que promueven el desarrollo de capacidades, a las entidades financieras y a las familias.

¿Cómo lograrlo? En primer lugar, es vital escuchar de manera activa y entender cómo los jóvenes perciben y gestionan su economía. Este entendimiento sirve como punto de partida para co-crear metodologías que fomenten su interés en el tema financiero, transformando lo que puede parecer distante o aburrido en un aprendizaje esencial para su vida diaria.

En el marco de la innovación y con la intención de involucrar a las nuevas generaciones en la formulación de soluciones, la Fundación WWB Colombia y el Banco W han presentado recientemente el videojuego ‘Cash: El Resurgir de los Imperios’. Este proyecto, concebido en colaboración con jóvenes de Cali durante varios meses, está especialmente dirigido a estudiantes de entre 14 y 19 años. A través de esta experiencia lúdica, los participantes se sumergen en el ámbito de las finanzas, cultivando habilidades y competencias esenciales para la toma de decisiones financieras informadas.

Existen numerosos esfuerzos en el país dirigidos a promover la educación financiera desde edades tempranas, impulsados por organizaciones como Banca de Oportunidades, Asobancaria, Fundación Capital, Banco de la República y Finanzas para el Cambio, entre otras. Sin embargo, se requieren más iniciativas para establecer una cultura sólida en torno al ahorro y la gestión responsable del dinero.

Es imperativo implementar políticas públicas que contengan líneas de acción coherentes a mediano y largo plazo, tanto en entornos urbanos como rurales. Esto incluye la formación del personal docente y la creación de colaboraciones entre el sector público y privado, que dirijan esfuerzos conjuntos hacia una mejor economía personal para los jóvenes.

La educación financiera también debe iniciarse en el hogar. Es fundamental dialogar con nuestros hijos e hijas sobre sus finanzas y enfatizar en la importancia de desarrollar hábitos desde temprana edad, ya que esto impactará en su salud financiera y, en última instancia, en su calidad de vida. Sin duda, este constituye uno de los grandes desafíos que enfrentamos en la educación financiera en Colombia.