Así como los colonizadores gallegos llamaron Cartaxa a Cartagena, Xibaro o Jíbaro fue la acepción para definir a los indígenas colombianos, una definición que hoy se da a los campesinos de Puerto Rico y a los distribuidores de droga al menudeo.
El jíbaro como el guajiro -campesino cubano- abrigó su propia cultura musical, basada en la décima y el tres, con los que pergeñó ritmos tales como el seis chorreao, el asalto y la plena, más urbana, aire que se toca con panderetas; una de las plenas más famosas alude a una pelea callejera y tiene el bizarro título de ‘Cortaron a Elena’. Entre los juglares más reconocidos de la isla se contó Chuíto el de Bayamón, a quien Héctor Pérez (Lavoe) imitó en sus primeros años, tanto como a Daniel Santos.
La cultura campesina puertorriqueña es fuerte, como la colombiana. Los primeros inmigrantes de esta isla en el Estado de Connecticut, llegaron atraídos por los buenos sueldos que les representaba el cultivo del tabaco de sombra en las riberas del río Connecticut. Pero estos primeros jíbaros fueron también tomateros, sembradores de hortalizas en los Estados Unidos, donde trasladaron muchas de sus costumbres, algunas gastronómicas, como el arroz con gandules, la gandinga y la carne ‘guisá’. Todavía se recuerda en el barrio de Frog Hollow en Hartford, el programa de radio dominical que abrieron los campesinos emigrados para evocar su montaña caribeña.
Con los viejos barriles de la industria del ron, los puertorriqueños, otro día esclavizados hicieron grandes tambores, los mismos que son la base de la bomba, el otro ritmo vernáculo de Puerto Rico. Los tambores de bomba son los que percuten en el ritmo de Rafael Cortijo, esa leyenda musical, y los que inspiraron a Pete Rodríguez, el músico que acaba de fallecer a los 91 años, después de dejar una gran historia en la que fulgura el boogaloo, ritmo creado por Joe Cuba, y en el que hizo un gran aporte. Hijo de padres puertorriqueños, había nacido en el Bronx neoyorquino en 1932. Cuando pensó hacer música en la urbe, no tomó el camino del rhythm & blues o del latin jazz, sino que decidió hacer homenaje a la música que escuchaba en su casa: Bomba, plena, bolero, guaracha, guajira, son y guaguancó. Estuvo ahí su éxito inicial, una senda que siguieron otros descendientes de puertorriqueños nacidos en Nueva York, tales como Ricardo Ray (Brooklyn, 1945) y Willie Colón (Bronx, 1950).
Pete publicó un primer álbum con el título ‘At last!’ (Al fin), en 1964, y luego dio a conocer su selección ‘La reencarnación’ en 1965, con melodía tales como Bomba con Sabrosura, Así Son Boncó, Décima Moderna, Tremendo Dolor, La Carta, La Retirada y la guajira Oye Mira. Acetato ya histórico, llegó con las voces de Alberto González y Richy Rodríguez. Pianista excepcional, Pete Rodríguez realizó sus primeras grabaciones con el sello Remo y llamó a su orquesta ‘La Magnífica’, así como Palmieri denominó ‘La Perfecta’ a la suya. Héctor Rivera fue el arreglista de ‘La Reencarnación’.
Ricardo Ray inventó el Jala-Jala, y Pete Rodríguez le puso un toque anglosajón al son con guaguancó y recreó el Boogaloo, hijo del soul y el boogie-woogie, ritmo que en los 70 se bailaba con lentos y armoniosos brincos a izquierda y derecha, los mismos que fueron acelerados para el gusto caleño en 45 revoluciones por minuto. De esta manera, en Cali, Colombia, no se conocen otras versiones de ‘I like it like that’, de Micaela o de ‘Oh that´s nice’. Cali también aceleró el boogaloo ‘Palo de Mango’, de Eddie Palmieri en su álbum ‘Champagne’, y otras como ‘Madeira’. El voltaje del bailador caleño de barrio no resistió esos coros lentos que venían de los sótanos del Bronx, seguidos por aplausos (Claps your hands) y motorizó muchas composiciones clásicas al acelerar la revolución del disco, aunque las voces cantaran como la banda sonora de un circo de muñecos.
Pete Rodríguez acaba de irse a los 91 años; músico fundamental en la historia de la salsa.