* Monseñor Rubén Darío Jaramillo Montoya, obispo de Buenaventura
Nos conmovió a todos los colombianos la imagen de esta luchadora colombiana en los anteriores Juegos Olímpicos en París. Las imágenes de su humilde familia y la alegría de todo un país viendo elevar la bandera colombiana y una medalla que no solo quedará en la pared de una casa, sino en el corazón de los que valoramos los esfuerzos para alcanzar la gloria.
Pero todo tiene un inicio y no siempre es el más feliz. El río Cajambre queda ubicado muy cerca en la zona selvática del suroccidente del Valle. Muy pocas personas han podido conocer esta maravilla de la naturaleza. Al lado del río Yurumanguí y a tres horas en lancha desde Buenaventura, se inicia un recorrido por pequeñas poblaciones que viven de lo que les ofrece ese encanto selvático: papa china, caña, banano, pescado, piangua, camarón de río (Muchillá); unos ritmos que hacen vibrar con el cununo, la marimba, el tambor y el guasá; una fe inquebrantable llena de amor a Dios y todos los que pisan esos lugares; allí siempre se va a la cama temprano, no hay servicio eléctrico sino hasta las 9:00 de la noche y todos por igual ya se acostumbraron a madrugar.
De este lejano lugar es nuestra medallista olímpica. De la Colombia profunda, pobre, manipulada por grupos al margen de la ley y por el Estado. De veredas en donde los hijos nacen de forma natural y con la ayuda de una partera. De donde la tecnología no ofrece sus pantallas para destruir las mentes y hasta la visión de los niños y jóvenes. De ese difícil, pero encantador lugar es una de las personas que nos permitieron unir con sus lágrimas nuestra emoción. Eres una digna representante de la raza negra, de los campesinos y pescadores, de las luchadoras no solo en la lona sino en la vida diaria.
Gracias, Tatiana por decirle al mundo que de lo más profundo de la selva surge un modelo de ser humano. Gracias Tatiana por mostrar la verdadera cara de Buenaventura, gracias por sembrar esperanza y gracias por generar los mejores deseos en nuestros niños y jóvenes. Desde ya te preparas para los próximos juegos olímpicos. Nos enseñas así que solo con esfuerzo y tesón se logran las grandes hazañas. Que Dios te bendiga y te siga fortaleciendo para que cada jornada y sacrificio que hagas se convierta en muchas medallas para ti y nuestro país.