En estos días he recibido un TikTok cuya procedencia es el cantautor español Joan Manuel Serrat y he querido transcribir un aparte para arrancar de allí una reflexión que nos lleve a tomar conciencia para que, como lo dice, “lo cotidiano no se convierta en normalidad, capaz de volver de piedra nuestros corazones”.

“En los últimos años, ha sido muy grande el crecimiento científico y tecnológico que hemos experimentado. Pero también ha sido muy grande la pérdida de los valores morales de nuestra sociedad. Se han producido daños terribles a la naturaleza y muchos de ellos irreparables, y es vergonzosa la corrupción que desde el poder se ha filtrado a toda la sociedad. Más que una crisis económica, diría que estamos atravesando una crisis de modelo de vida. Y, sin embargo, sorprende el conformismo con el que parte de la sociedad lo contempla, como si se tratara de una pesadilla de la que tarde o temprano despertaremos… Es necesario que recuperemos los valores democráticos y morales que han sido sustituidos por la vileza y avidez del mercado en donde todo tiene un precio... Es un derecho y una obligación restaurar la memoria y reclamar un futuro para una juventud que necesita reconocerse y ser reconocida… Mientras tanto, que los músicos no paren de sonar los instrumentos y los poetas no dejen de alzar la voz, que los gritos de la angustia no nos vuelvan sordos, y que lo cotidiano no se convierta en normalidad, capaz de volver de piedra nuestros corazones”.

Esta reflexión no está lejos de la que hace el papa Francisco en su libro Soñemos Juntos, cuando nos dice: “Esta vez no podemos cometer el mismo error. Si las opciones son salvar vidas o salvar el sistema financiero, ¿qué vamos a elegir? Y, si vamos de camino a una recesión global, ¿adaptaremos la economía a las necesidades de la gente y la creación o los seguiremos sacrificando para mantener el statu quo? Tenemos que rediseñar la economía para que ofrezca a todas las personas una vida digna, a la vez que proteja y regenere la naturaleza. Por otro lado, lo que veo, y esto me da esperanza, es un movimiento del pueblo que reclama un cambio de fondo, un cambio que venga de las raíces, de las necesidades concretas, que surja de la dignidad y de la libertad de los pueblos… La hiperinflación del individuo va de la mano de la debilidad del Estado. Una vez que la gente pierde el sentido del Bien Común, la historia muestra que caemos en la anarquía, el autoritarismo, o ambos; nos volvemos una sociedad violenta e inestable”.

Es el momento de despertar, de tomar conciencia que nos necesitamos mutuamente, que no podemos cada uno buscar nuestras conveniencias. Es el momento para un nuevo proyecto, un nuevo humanismo que pueda canalizar esta irrupción de fraternidad para terminar con la globalización y las ideologías que ella misma encierra y sostiene. “Podemos reorganizar la manera en que vivimos para elegir mejor lo que importa. Podemos trabajar juntos para lograrlo. Podemos aprender lo que nos hace avanzar y lo que nos hace retroceder. Podemos todavía elegir”.