Fenómeno psicológico en el que una persona se considera un fraude.
En las grandes ligas del poder y en especial en el campo social y político pululan los sociópatas que son los cínicos, mentirosos, expertos en engañar y en manipular para su propio beneficio. Esos son los verdaderos impostores.
El síndrome del impostor que se describe a continuación es lo opuesto. Es un fenómeno psicológico en el que una persona tiene la creencia persistente de que es un impostor que no merece el éxito que ha obtenido gracias a sus esfuerzos. A pesar de tener logros destacados y reconocimiento externo, quien experimenta este síndrome se siente constantemente ansioso y con miedo a ser “descubierto” como una persona incompetente.
Este síndrome fue descrito por primera vez en la década de los 70s por las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes, quienes lo identificaron principalmente en mujeres exitosas. Sin embargo, desde entonces se ha observado que afecta tanto a hombres como a mujeres en diferentes ámbitos profesionales y académicos.
Las personas que sufren de este síndrome suelen atribuir su éxito a factores externos como la suerte o el apoyo de otros, en lugar de reconocer sus propias habilidades y esfuerzos.
Creen que no son lo suficientemente inteligentes o capaces, y que están engañando a los demás al hacerles creer lo contrario.
Este sentimiento de incompetencia puede generar un ciclo negativo en el que cuanto más éxito y reconocimiento se obtiene, más aumenta la ansiedad, el miedo, y la inseguridad. La persona que sufre del síndrome del impostor puede experimentar episodios de autocrítica extrema, perfeccionismo, y una necesidad constante de demostrar su valía. Una de las causas principales del síndrome del impostor es la falta de confianza en sí mismo. Esto puede estar relacionado con experiencias traumáticas en la infancia, como críticas constantes o altas expectativas por parte de los padres o figuras de autoridad.
También puede ser consecuencia de un ambiente laboral o académico altamente competitivo, en el que se establecen estándares irrealmente altos.
Si la persona que sufre de este síndrome busca ayuda y es capaz de revelar su problema con alguien de confianza, esto puede ayudar a desafiar creencias negativas sobre sí mismo.
Además, es fundamental aprender a relativizar y aceptar el fracaso como parte del proceso de aprendizaje. Errar es humano y la vida es difícil. Por tanto, equivocarse y enfrentar dificultades es lo más normal, pero tales hechos no deben impedir el seguir adelante y enfrentar nuevos desafíos.
Tener dudas sobre el propio valor no significa que se esté engañando a los demás. El éxito no es cuestión de suerte o de ser mejor que los demás, sino de dedicación, esfuerzo y perseverancia. La tendencia a estar equiparando sus propios logros con los de los demás,
además de ser siempre frustrante, aumenta la sensación de inseguridad e incrementa la frecuencia del síndrome del impostor. Eso es un ejercicio inútil pues cada persona tiene su propio camino y su propio conjunto de habilidades.
Aunque el síndrome del impostor puede ser debilitante, existen estrategias para superarlo.
Un primer paso es reconocer los propios logros y aceptar los elogios de los demás sin menospreciarlos.