La decisión presidencial de convertir en patrimonio nacional el sombrero del líder del movimiento guerrillero M-19, generó una polvareda monumental. Algunas jurídicas sobre los requisitos legales para lograr tal merecimiento, y otras políticas y filosóficas, relacionadas con la conveniencia de exaltar un movimiento que dejó huella de terror en momentos en que dizque estamos buscando la paz total. Pero como Petro no escucha recomendaciones ni juicios serios y solo atiende su ego, vamos a seguirle la corriente llevándole a su museo algunas piezas contemporáneas, unas de trascendencia nacional y otras de impacto regional para lograr uno de los grandes museos de la historia colombiana. He aquí los aportes propuestos:
El helicóptero de la Operación Jaque. Para recordar una de las más titánicas proezas de un ejército que con inteligencia y coraje logró un rescate de película, quitándole a la guerrilla un grupo de secuestrados que llevaban años en condiciones infrahumanas.
La silla vacía del desplante que ‘Tirofijo’ le hizo a Pastrana. Esa silla Rimax, vacía, en medio de la buena voluntad del presidente Pastrana para tender la mano a la guerrilla, fue la gota que rebosó la copa a la paciencia institucional y dio pie a la Operación Colombia con la cual se dotó y fortalecieron las Fuerzas Armadas para enfrentar eficazmente la subversión.
El casco de los escarabajos. Ese gorro de correas abullonadas de cuero, en la cabeza de ‘Cochise’ Rodríguez o de Carlitos Montoya, representa la tenacidad y pundonor de los ciclistas colombianos, semilla de los triunfos posteriores en Europa.
El anaco de Floro Tunubalá. La falda del primer gobernador del Cauca de origen Misak, encarna dos opciones: el desarrollo agroindustrial en las tierras que ya poseen las comunidades indígenas y el etnoturismo inspirado en el respeto por sus tradiciones milenarias o, de otra parte, el espíritu belicista de seguir invadiendo tierras de campesinos de diferentes raíces y tamaños de tierra, generando incertidumbre y hostilidad.
Los calzoncillos azules de Juan Manuel Santos. Es el recuerdo de un presidente de estrato 23 de Bogotá que quería sintonizarse con humildes familias de la Costa Atlántica, y salir en la mañana con pantaloncillos de tierno azul, fue su estrategia.
El penacho indígena de Virgilio Barco. En un viaje al Amazonas, el presidente Virgilio Barco fue exaltado con un tocado de plumas de mil colores. El presidente, que solo había tenido en su cabeza sombreros Borsalino o Stetson y que ya iniciaba su demencia senil, debió haber sentido que pronto se enfrentaría al Llanero solitario.
El primer tarro de leche Klim que Petro le llevó a su hijo Nicolás. Es un objeto de gran valor porque, aparentemente, no hay más tarros ni más pañales.
Los zapatos tenis de Irene Vélez. Famosos por marcar la moda en la actividad ministerial y en las visitas diplomáticas. Se valora la resistencia de estas prendas porque acompañaron incólumes a la exministra en un sinnúmero de ‘metidas de pata’.
El pañuelo del exalcalde Rodrigo Guerrero. Fue la manera más sencilla de reemplazar el sombrero ante el inclemente sol vallecaucano. Era un pañuelo ‘cuatro puntas’ con coquetos nudos en sus extremos. Algunos pensaban que estaban almidonados, pero después se supo que la rigidez de la tela tenía que ver con las gripas del mandatario.
El diario de Jorge Iván Ospina. Es un libro muy curioso, pues cada página comienza con la primera línea. Parece obvio, pero no lo es.
La antorcha de los Juegos Panamericanos. Inolvidable la entrada al estadio de la mano del atleta Jaime Aparicio. Fue un símbolo de la recuperación de Cali. Esperamos que la COP 16 traiga un impacto similar, siempre que las ideologías y la soberbia del Gobierno Nacional no acaparen el evento.