Invito a la población urbana y rural, en toda su diversidad política, social y étnica, para que “unidos en la diferencia”, logremos en Colombia que, tanto en las elecciones regionales del próximo 29 de octubre, como en las nacionales del 2026, primen los nortes éticos y no la política de lo superficial, de las descalificaciones o del show político.
En ese orden de ideas deberíamos exigirle a todos los candidatos y candidatas que promuevan los nortes éticos de cero tolerancia con la corrupción, el despilfarro, la violencia y las desigualdades sociales. También exigirles la rendición pública de cuentas de sus campañas electorales, a fin de saber de dónde provienen los recursos económicos, quienes son los principales integrantes de sus equipos de campaña y cuánto están gastando en materia de publicidad.
De igual manera, deberíamos exigirle al Estado revisar la fórmula de reposición de votos porque es irónico que, mientras existen millones de personas que sufren las consecuencias de las desigualdades sociales, el Estado cada dos años está gastando miles de millones de pesos en la reposición de votos, incluyendo los de las consultas presidenciales que cada cuatro años han venido promoviendo algunos partidos políticos, cuando lo natural sería que todas las personas que se presenten como candidatos presidenciales vayan hasta la primera vuelta. Eso significa tomar la decisión política de que en el futuro el Estado no financiará ninguna de las consultas presidenciales de los precandidatos de los partidos políticos.
En la búsqueda de esa política, de dosificar los gastos electorales a fin de tener más recursos para la inversión social en favor de la gente, el Estado también debería poner límite a los techos económicos para la elección de Presidente de la República, gobernadores, alcalde de Bogotá, alcaldes municipales e integrantes del poder legislativo a nivel departamental, municipal y nacional. Lo anterior porque las sumas tan altas que se están gastando en dichas campañas, pueden terminar estimulando los apetitos de ganar a toda costa, incluso en algunos casos vendiéndole el alma al diablo, porque para esos candidatos lo fundamental es ganar y no los nortes éticos que siempre deben primar, incluido el de decir sí a lo que se puede cumplir y no a lo que no se pueda realizar.
En mi opinión, necesitamos candidatos y candidatas más comprometidos con la población, con los nortes éticos de la democracia y que no estén prisioneros de prácticas clientelistas y la compra de votos, que tanto daño le han terminado haciendo a la democracia colombiana y de paso a la credibilidad de la población en los políticos. Creo que los candidatos o candidatas a cualquier cargo de elección popular tendrían que encarar sus campañas como un proceso pedagógico democrático, exponer sus ideas y programas sin descalificaciones e insultos, sin la angustia de perder y ante todo convencidos de que para ganar no es necesario sectarizarse contra ninguna persona o sector político o social en particular.