Ya hace casi una década se escribió en esta columna (Arquitectas I, El País, Cali, 14/07/2016), que desde la antigüedad algunas mujeres han ejercido un liderazgo político, cívico y religioso que coadyuvó a la transformación y enaltecimiento de sus ciudades, y cuyo reconocimiento, a través de honores y monumentos conmemorativos, las llevó a formar parte de la memoria urbana de cada una de ellas. Y ahora las hay promotoras de proyectos de arquitectura, participantes en seminarios internacionales sobre el tema, jurados de concursos, pero que, a diferencia de las artistas, no se sabe mucho de su trabajo en el complejo oficio de la arquitectura.
En Colombia, Elly Burckhardt fue una de las primeras mujeres en graduarse en arquitectura, y en realizar posteriormente estudios de posgrado en Europa; y será recordada por su evidente interés en Cali, en donde fue miembro de su Concejo Municipal; también por su liderazgo en el gremio profesional y fue la primera presidente de la Sociedad Colombiana de Arquitectos y últimamente lo era de la SACA Valle del Cauca; y, finalmente, por su decidido apoyo a los estudiosos y críticos de la ciudad y su arquitectura. Pero sobre todo hay que destacar su responsabilidad cívica, que coadyuvó a la transformación y enaltecimiento de su ciudad.
Como sostiene María Novas, “el camino hacia una sociología de la arquitectura es hoy más necesario que nunca. En ella, reparar el papel que juega el colectivo femenino, grupo que representa la mitad de la población mundial y que, […] durante siglos ha estado al margen de la práctica y teoría arquitectónica, se convierte en un requisito básico. Los estudios de género en relación con la arquitectura […] representan fórmulas de análisis social, cultural y espacial, que no nos podemos permitir obviar por más tiempo si lo que pretendemos es avanzar hacia la consecución de una sociedad más justa”. (Arquitectura y género / una reflexión teórica, 2014).
Sobre su muy querido oficio, Elly Burckhardt llegó a expresar con diáfana claridad que “cuando se es arquitecto, necesariamente tienes que pensar en la ciudad. La primera ciudad es esta casita que te quiere, te contempla. Luego está la calle, donde se busca lo que no ofrece la casa. Si es imposible caminar o hay muchos trancones y no hay orden, vas a querer volver a casa” y por eso pensaba en la necesidad de muchos sitios “para pasear en Cali, encontrarnos, disfrutar de este maravilloso clima, la famosa brisa de la tarde” y acertadamente concluía que aquellos son espacios que “engrandecen las ciudades, las hacen importantes”.
Los colegas que por diferentes motivos fueron más cercanos a Elly Burckhardt la recordaran por su sincera amistad, especialmente el autor de esta columna, al que le trae a su memoria El arquitecto del universo, 2015, la insinuante novela de Elif Shafak sobre Sinan ibn Adülmennan (Ägirnasc 1490 -1588 Istambul) el más destacado arquitecto otomano y el más prolifero de la historia, que por supuesto contó con muchos colaboradores aunque es poco probable que algunos fueran mujeres, pero en dicha novela sí lo es uno de sus varios aprendices, el que finge que es ‘mudo’ y siempre usa guantes para ocultar sus finas manos.