Permítanme traer a cuento, primero la frase de Bertrand Russell, cuando como hoy en día se captaba que la ignorancia es apreciada, o por lo menos se tiene como algo común y se convierte como en un ideal en los que están en el poder, y entonces decía: “El problema en el mundo es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas”.

La ignorancia en la política se ha convertido en una virtud, que tiende a convertirse en honestidad, de tal manera que se va haciendo como una nueva tabla de valores en donde lo bueno es ahora lo malo y lo malo se convierte en bueno, que para resumirlo en palabras muy simples, es la toma del poder por los que nunca lo han tenido y ahora si pueden disfrutar de lo que antes por las razones que fueran y en eso tenemos culpa todos, ellos fueron excluidos de él, pero ahora ya lo tienen y entonces su respuesta a quienes le reclaman es: “De malas”. No se trata, sin embargo, de pasearnos de extremo a extremo de la balanza y entonces pedir por una tecnocracia confiable para gobernar, un gobierno de sabios como lo dice Platón, pero si debiera ser exigible conocimiento y actitudes para estar al frente del Poder, y para ello lo esencial es tener la mente abierta, y el deseo de servir, lo que conlleva saber escuchar a todos los gobernados.

Erasmo de Róterdam en su ensayo ‘Elogio de la locura’ o como se le llamó ‘Alabanza de la estupidez’, que en una de las tantas traducciones apareció como elogio a la necedad, que en griego, es la falta de conocimiento, más común denominada en el actuar: insensatez, o locura. La locura entonces se presenta como una diosa criada por la ebriedad y la ignorancia, entre sus compañeros fieles se encuentra el narcisismo y la adulación, el olvido y la pereza, la demencia y la irreflexión, la intemperancia y el sueño profundo. La ignorancia da razón de sus orígenes y del cortejo que la acompaña en su tarea de hacer más agradable la vida del género humano. Se lamenta de los que reniegan de su nombre, pese a ser grandes beneficiarios de sus dones. Es una verdadera sátira a los diversos estamentos sociales de su tiempo, pero recalca en especial mostrando a los comerciantes y empresarios, cómo son sus indulgencias la clave para seguir cometiendo sus fechorías del clero; desde los mendicantes hasta el papa, muestra que tan cerca están de la vanidad, como lejos de Jesucristo.

En el libro de los Proverbios, (9,1-6) dice: “La Sabiduría se ha construido una casa plantando siete columnas; ha preparado el banquete, mezclado el vino y puesto la mesa, ha despachado sus criados para que lo anuncien en los puntos que dominan la ciudad; los inexpertos vengan aquí, voy a hablar a los faltos de juicio: Venid a comer mi pan y a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia”.

Y ya para terminar la opinión de hoy, quiero retomar las ideas finales que en el libro ‘El Maestro de Maestros’ de Augusto Jorge Cury, nos dice sobre Jesucristo: “Él no quería mejorar o reformar al hombre, sino producir un nuevo hombre… No hay un equipo de recursos humanos, una teoría educacional, una escuela de pensamiento filosófico y una universidad que tenga una comprensión y complejidad tal como la escuela de la existencia de Cristo. Él tenía una pasión indescriptible por la especie humana... Las personas podían rechazarlo, herirlo, desistir de él y solo preocuparse por sus necesidades materiales y por su imagen social, pero él nunca desistía, despreciaba o excluía a alguien. Su amor era incondicional. Él deseaba colocar a todo ser humano en una academia de inteligencia, en una escuela de sabios y de líderes. Si el mundo político, social y educacional hubiese vivido mínimamente lo que Cristo vivió y enseñó, nuestras miserias habrían sido extirpadas, hubiéramos sido una especie más feliz...”.