En medio de las críticas que les llueven a libertarios como Milei, hay que rescatar la revalorización de los empresarios. Ha sido muy bien visto por cierta arrogante intelectualidad universal, despotricar de las empresas, sus triunfos, su crecimiento y sobre todo sus dueños.
Cuando son muy exitosos, solo reciben reconocimiento en ‘lo social’ si crean fundaciones que suelen ser mucho más eficientes que el Estado a la hora de ayudar a los necesitados. Se ha logrado distorsionar el lenguaje para que empresario sea sinónimo de avaricia, ambición desmedida y explotación. Por eso vale la pena mirar lo que significa la contabilidad de las empresas. Aunque los datos pueden variar, los siguientes son datos típicos.
El 30% de la facturación se va en nómina, es decir empleo digno y bienestar para la sociedad. Un 40% se va en insumos y proveedores, lo que representa también dinero que se le entrega a la sociedad en forma muy distribuida.
Un 20% puede representar, servicios, planta, costos de venta, distribución, mercadeo. En suma, el 90% del dinero que le entra a una empresa recircula y se le devuelve a personas que participan en su actividad. Si le va bien suele dejar un 10% de utilidades de las cuales un 40% van para el Estado, lo que constituye otro aporte solidario a la sociedad.
Así que la empresa típica puede quedar con un 5 o 6% de toda su actividad económica para entregar a quienes han aportado su capital, tomando un riesgo para generar un producto o un servicio.
Mirar estas sencillas cuentas, casi universales, demuestra que la acción más ‘social’ y más compasiva con una comunidad, es favorecer la creación de empresas. Lo que se logra es mover el dinero de manera que una gran parte vuelve a la sociedad que paga por los productos o servicios que se generan.
Como no se ha inventado una forma más eficiente de generar riqueza e ir acabando con la pobreza, los gobiernos que entienden esta sencilla dinámica económica, se dedican a proteger e impulsar a los empresarios de todos los tamaños, conduciendo a sus países a la prosperidad con mejorías dramáticas en la inequidad.
Los que no lo entienden, se dedican a perseguir, regular, acosar y dificultar la vida de los empresarios, logrando que pierdan interés en su comunidad y se lleven su capital, ideas y talento para otro lado. Es la fórmula perfecta para generar pobreza.