Una de las expresiones más famosas atribuidas al reconocido economista John Maynard Keynes dice: “En el largo plazo todos estaremos muertos”. Hoy esta expresión muchos la utilizan para alertar sobre la ausencia de políticas de largo plazo o, peor aún, políticas erróneas, ya que descuidan sus impactos posteriores.
Esta última interpretación viene como anillo al dedo en los anuncios recientes de resultados de Ecopetrol de 2023. Es sorprendente, por ejemplo, que se haya salido a celebrar públicamente una caída en las utilidades del 42%, porque supuestamente dichas utilidades fueron las segundas más altas en valor absoluto en los últimos años.
Una aproximación elemental en economía es que el PIB o las utilidades suelen crecer en valor absoluto porque hay inflación, pero eso no significa que crecer menos que la inflación o solo a dicho ritmo sea bueno. Es como si Colombia saliera a echar ‘voladores’, porque en 2023 el PIB fue 1.573 billones y en 2022 fue de 1.470 billones, cuando el crecimiento real (descontada la inflación) fue un paupérrimo 0,6%.
Y es aún más sorprendente gerencialmente cuando los resultados de las compañías se suelen medir por los dividendos que entregan. El solo anuncio de caída en dividendos del 47% plantea un resultado que merece la atención y en adición por futuras capacidades de inversión.
Hubiese sido más atinado reconocer una caída en las utilidades como un hecho de inquietud, sin celebrarlo, y genuinamente atribuible a la caída en los precios del petróleo, al aumento en los costos de intereses y al desbordado impacto en el sector de la última reforma tributaria.
Pero lo que realmente es relevante, al llamado de este artículo en el caso de Ecopetrol y que sí debe preocupar a mediano y largo plazo, es la caída de 6,8% en las reservas probadas y la vida media de acceso a petróleo en Colombia de 8,4 años a 7,6 años, cuando de aquí allá ni en sueños alcanzaremos la transición energética total.
Esto es grave por el equivocado y cortoplacista anuncio de no firmar nuevos contratos de exploración de hidrocarburos. Así el camino es inevitable a que, por lo menos en el tema petróleo y gas, en el largo plazo “estemos muertos económicamente y fiscalmente”, dado que el petróleo representa 5,6% del PIB, 40% de exportaciones, 35% de inversión extranjera, 20% de los ingresos del país y 80% de las regalías de las que viven los departamentos.
Pero el ejemplo del petróleo aplica a otros casos. Aplica a una reforma pensional y a la salud que costarán 4 reformas tributarias adicionales, a un crecimiento desbordado en cultivos ilícitos que bordea las 300 mil hectáreas, a una reforma laboral que destruirá casi 400 empleos, a una reforma educativa que desconociendo el sistema mixto pretende llegar a los así inalcanzables 500 mil cupos nuevos, y la lista sigue.
Si por un segundo pensamos a largo plazo, y el Congreso y el Gobierno hacen ese esfuerzo, seguramente mejores decisiones se tomarían hoy y evitaríamos un colapso a mediano plazo que será muy costoso para Colombia.
¿Aún es tiempo de creer que el cambio es para mejorar a futuro y no lo contrario?