En 1996 la revista Time publicó un libro titulado ‘Great People of the Twentieth Century’, que podría traducirse como Grandes del Siglo XX, con un inventario de las personas que en su criterio habían alcanzado el sitial de la grandeza en el siglo que terminaba. Una grandeza que interpretaba desde el punto de vista del efecto de las decisiones de esas personas sobre sus congéneres, fueran buenas o malas. Grandeza como influencia en hechos notorios que habían afectado a mucha gente corriente. La lista la clasificaron en Dirigentes, como Churchill o Kennedy; Activistas, como Gandhi o la madre Teresa; Pioneros, como Lindbergh o Freud; Innovadores, como Ford o Disney; Científicos, como Einstein o Marie Curie; y Creadores, como Picasso o Chaplin.
De todos ellos, y como siempre sucede la lista es incompleta, los únicos que han alcanzado la grandeza a través del mal son los dirigentes políticos. Todos los demás no han hecho más que abrir nuevos caminos de humanidad, progreso, bienestar, placer estético. Figuran los Roosevelt, Teodoro y Franklin, y De Gaulle, pero también Hitler, Stalin, Mao y Nixon, sin los cuales no es posible entender los logros y los oscuros abismos del Siglo XX.
Dos casos son interesantes en el sentido de que circunstancias fortuitas los llevaron a las cumbres del poder, sin que se esperara mucho de ellos. Teodoro Roosevelt y Harry Truman. Roosevelt es algo así como el Llanero Solitario, a caballo al frente de sus Rough Riders (Jinetes implacables), un grupo variopinto de voluntarios que derrota a los españoles en la guerra de Estados Unidos contra España, en Cuba, lo cual lo convierte en un héroe nacional. Sobre esa fama construye su carrera política y no es extraño que se convierta en el joven vicepresidente de William MacKinley, quien es asesinado en Búfalo en septiembre de 1901, a solo un año de su reelección. Roosevelt, republicano, se convierte en presidente a los 42 años. Se inaugura la centuria americana, comenzando con este joven aristócrata hiperactivo que es a la vez un intelectual y un hombre de acción.
Truman, es aún más improbable. Elegido vicepresidente de Franklin Roosevelt, demócrata, para su cuarto periodo, para ganar los votos del profundo sur, es el dueño de una mercería en Missouri, Kansas, sin un grado profesional. Inicia una carrera política mediocre que lo lleva al senado a los 50 años. En 1945, Roosevelt, ya enfermo, lo escoge como su inofensiva fórmula vicepresidencial. Tres meses después el Presidente ha muerto y el hombrecillo mal preparado se convierte en su sucesor con la tarea hercúlea de terminar la Segunda Guerra Mundial. No solo lo hace con competencia y sentido común, sino que es reelegido en 1949. Sus bombas atómicas sobre Japón, marcan el inicio de la era nuclear.
¿Quiénes serían los dos dirigentes que en lo corrido del Siglo XXI podrían clasificar a ese estrado de grandeza? Quizás Barack Obama y Vladimir Putin. El uno, el primer presidente negro de Estados Unidos, un país con una tormentosa historia de segregación racial, que rompe el principal techo de cristal de la política norteamericana, con una agenda progresista interna, y zanahoria y garrote en su política exterior. Su presencia luminosa marca el siglo. El otro, un dirigente con nostalgia del poder soviético imperial, donde se forma, que tiene al mundo al borde de otra guerra mundial. Su presencia oscura sobresale. Nombres para comenzar la lista.