Y como en julio llegó el ser humano a la Luna, dedico mi columna a los lunáticos amantes de la poesía.

Decir, con Jaime Sabines:

Pon una hoja tierna de la luna

debajo de tu almohada

y mirarás lo que quieras ver.

Lleva siempre un frasquito del aire de la luna para cuando te ahogues,

y dale la llave de la luna

a los presos y a los desencantados.

Para los condenados a muerte

y para los condenados a vida

no hay mejor estimulante que la luna

en dosis precisas y controladas.

Decir con Jorge Luis Borges:

Sé que la luna o la palabra luna

Es una letra que fue creada para

La compleja escritura de esa rara

Cosa que somos, numerosa y una.

Es uno de los símbolos que al hombre

Da el hado o el azar para que un día

De exaltación gloriosa o de agonía

Pueda escribir su verdadero nombre.

Decir con Alfonsina Storni:

Hoy me mira la luna

blanca y desmesurada.

Es la misma de anoche,

la misma de mañana.

Pero es otra, que nunca

fue tan grande y tan pálida.

Tiemblo como las luces

tiemblan sobre las aguas.

Tiemblo como en los ojos

suelen temblar las lágrimas.

Tiemblo como en las carnes

sabe temblar el alma.

O decir con Rafael Alberti:

Luna mía de ayer, hoy de mi olvido,

Ven esta noche a mí, baja a la tierra,

Y en vez de ser hoy luna de la guerra,

Sélo tan sólo de mi amor dormido.

Dale en tu luz el reno perseguido

Que por los yelos de tus ojos yerra,

Y dile, si tu lumbre lo destierra,

Que será lana su destierro y nido.

Decir con Neruda:

Queremos acercarte,

miramos hasta quedar ciegos

tu implacable blancura,

ajustamos al monte el telescopio

y pegamos el ojo hasta dormirnos:

no hablas, no te desvistes,

no enciendes una sola fogata,

miras hacia otro lado, cuentas,

cuentas el tiempo de la noche,

tictac

En todo caso celebrar, celebrar, que alguien nos mira, así sea la Luna con un solo ojo, que se vuelve dos reflejado en el estanque.