Un reto muy grande tiene en sus manos el nuevo director de la Policía Nacional, general William René Salamanca, pues las cifras nos indican que la inseguridad en las principales ciudades de Colombia se está tornando muy preocupante.
El Dane nos señala que la percepción de inseguridad ha crecido de manera significativa al pasar de 44% a 52,9%, lo que indica que cada vez más ciudadanos están preocupados por los peligros que les asiste en sus actividades cotidianas.
Fuera de eso, el hurto a personas ha crecido un 18%, en medio de una preocupante escala ascendente, que según las estadísticas anuales nos indican que, de 286.000 casos ocurridos en el 2020, se ha pasado a 427.000 en el último año.
Y como si fuera poco, los seguimientos a este tipo de delitos, que ocurren en los sistemas de transporte masivo, han crecido un 135%, cifra que pone los pelos de punta a todos aquellos ciudadanos que tienen que utilizar ese medio de transporte diariamente, para cumplir con sus actividades ordinarias.
Muchas alertas han venido ocurriendo sobre este tema, pero la verdad es que las cifras nos ponen en contexto de lo que constituye la magnitud del problema, al cual hay que hacerle un análisis muy rápido que permita definir el tamaño de las acciones para contrarrestar el impacto de lo que estamos viviendo.
Cuando un observador desprevenido analiza estas cifras, lo primero que deduce es que algo está fallando. La seguridad ciudadana está en manos de los alcaldes y las autoridades de Policía, y son ellos los que deben entender que no están haciendo las cosas bien, que se requieren esfuerzos adicionales y acciones mucho mejor pensadas para que el impacto de las mismas se perciba en los resultados.
Sabemos que las bandas criminales se han robustecido, incluso con la llegada de carteles de otros países como México y Venezuela; también con la presencia de factores como el narcotráfico, la minería ilegal y el contrabando, y todo ello nos hace pensar en que las acciones de las autoridades responsables tienen que robustecerse de manera apreciable y contundente.
Y en el caso de las grandes ciudades, el dejar sueltos a los pandilleros que no tienen otra ocupación que la de asediar constantemente a los habituales transeúntes, para quitarles sus pertenencias, y de paso poner en peligro sus vidas, si tratan de ejercer algún medio de defensa, constituye una preocupación enorme que llena de pánico a los ciudadanos y los hace cada vez más temerosos al tener que abordar la calle.