Los fantasmas, desde que tenemos consciencia de ellos, son objeto de especulaciones entre divertidas y serias porque estos entes pueden ser y no ser al mismo tiempo, en términos de la física cuántica. Los respetamos por despertarnos el temor ancestral ante el misterio del más allá, y por provocar tantos interrogantes hayamos sido o no testigos de excepción en sus apariciones.

Sin olvidar la serie de la comedia norteamericana ‘El fantasma y la señora Muir’, que los más entrados en años tuvimos oportunidad de ver - y que inspiró al escritor español Javier Marías en diversos artículos - las religiones, los cuentos y la literatura han recreado las posibilidades de lo desconocido. Por la finitud de su existencia, la humanidad apela a incontables invenciones y creencias con la esperanza de trascender después de sus días en la tierra, dando la cara a la inexorable muerte.

Dos novelas cortas tienen la suficiencia para ser grandes y crear una atmósfera inquietante y conmovedora: ‘Mañana y Tarde’ del premio Nobel de Literatura 2023, Jon Fosse, poeta, dramaturgo y novelista noruego, y ‘Pedro Páramo’ del escritor mexicano Juan Rulfo. Son del género fantástico, pues al asomarse el lector a ellas, como fisgando otras vidas, se percata de un tiempo pasado que aun cuando ya no es, sus personajes gravitan en él como fantasmas.

En ‘Mañana y Tarde’ hay un contrapunto entre el nacimiento de un niño, Johannes, y la muerte. Comienza entre dudas y certezas del padre, viene de la nada y volverá a ella en su hora, es el curso de la vida, piensa, pero tampoco es que sea así, “es mucho más que eso, ¿pero qué es todo lo demás?”. Tras el alumbramiento va el relato al último día, ya en la vejez, y al extrañamiento por momentos en su rutina y en el encuentro con su amigo, al que las piedritas lanzadas lo atraviesan y habla de una señorita como si estuviera viva, lo que le lleva a pensar que él está muerto. Van en una barca que recuerda a Caronte llevando las almas a la otra orilla del río.

‘Pedro Páramo’ se inicia con la búsqueda del origen y el encuentro de un mundo desconcertante. Cuando Juan Preciado va a Comala porque le dijeron que allá vivía su padre, un tal Pedro Páramo, descubre un pueblo deshabitado, herencia fracasada de ese mítico caudillo que se apropió de tierras aprovechando las luchas de las facciones revolucionarias. Las historias de los personajes recrean los sucesos para que Juan los conozca, mientras el miedo se apodera de él al percatarse que aquellos pasan como si no estuvieran, las cosas existen y a la vez no existen. Se halla en medio camino entre la vida y la muerte, entre ánimas en pena de ese pasado en el cual quedaron suspendidas. La obra es mucho más de lo que puede decirse en pocas palabras y su estructura exige del lector tender puentes.

Entre la percepción del lector y lo que va del pensamiento y experiencias de los autores impregnadas en sus obras, en diversos contextos, se aventura uno a inferir el sentido de la vida implícito. Es decir, la cuestión del para qué estamos aquí, a dónde vamos, si entre ser y dejar de ser hay o no un tránsito de retazos de la existencia. En la narración de Fosse, hay un flujo de la consciencia individual esperanzada en la fe y en la presencia de un Dios; y en Rulfo un hondo sin sentido del devenir colectivo y de la Historia, en medio de un desierto, sin redención, en donde la religión no salva.