En los últimos días, a varias mujeres periodistas les ha dado por fungir como psicólogas ‘salvajes’. De la manera más descarnada y atropelladora, acorralan a una persona para que conteste lo que ellas pretenden interpretar, hurgando en su intimidad. Como guerrilleras psicológicas usurpan un papel que no les corresponde. ¿Quién dio la orden para convertir las salas de redacción en consultorios fraudulentos de psicología? Y más con micrófonos abiertos donde obligan al entrevistado a desnudarse en público.
Cualquier ser humano merece respeto, así sea responsable de un delito. No puede violentarse su intimidad de esa manera. Mayor atropello, imposible. ¿Eso es periodismo de avanzada? ¿Eso produce ‘clientela’, aplausos? Comunicación de alcantarilla… Frente a una persona agobiada por un dolor, una pena, una culpa, en forma despiadada y sin consideración ética, la presionan para que cuente sus intimidades. En aras de raiting, originalidad, protagonismo, ego, han atropellado a seres humanos y lo que es peor, han construido un campo de agresión contra la intimidad y el respeto por el otro.
A los medios de comunicación les seduce la psicología. Algunos programas han ‘jugado’ a confundir opinión con conocimiento y cualquiera ‘habla’ de Psicología como si fuera un experto. Existe una gran diferencia entre opinar y otra, emitir un criterio profesional. Las opiniones van y vienen, las dice cualquiera. Sobre lo divino y lo humano. Basta con ‘interesarse’ por el tema y lanzar el chorro de ‘conocimiento’ empírico. Pero estamos tocando límites insospechados porque la psicología requiere una preparación. No se improvisa ni se adivina. Hemos llegado a prostituir el periodismo porque en el imaginario colectivo un periodista opina de ‘cualquier cosa’, por lo tanto, se puede oír cualquier barrabasada donde su palabra ya está mancillada. Perdimos la ética y nos convertimos en bufones al servicio de otros que manipulan y azuzan para construir el ‘escándalo’ mayor, la portada más aparatosa o la información más nauseabunda.
Desde siempre el periodismo le ha coqueteado a la Psicología. Explicar la conducta humana es un ‘poder’ atractivo. La Psicología puede parecer mágica porque cuando se logra encontrar el bloqueo del paciente frente a determinadas situaciones o cuando hay un insigth que genera conciencia, el cambio es inmediato. Es caer en cuenta, es un momento sagrado, porque modifica el comportamiento y la visión sobre la vida. Por ello no se puede pretender hacerlo violentando la intimidad de un individuo, cualquiera que sea su momento o situación. No está hecha para alimentar el morbo colectivo. La Psicología debe salir del ámbito de un consultorio, debe estar al servicio de la salud mental, pero no puede ser manoseada ni convertirse en un instrumento de humillación o de vergüenza.
La Psicología merece respeto. El periodismo también. Manejar los límites, asesorarse cuando sea necesario para no teñir de morbo, el sufrimiento es indispensable en cualquier profesión. También se construye salud mental desde los micrófonos. Los medios, en aras de una competencia feroz, están contribuyendo a enloquecer, a perder los límites, a desbordar la decencia y la ética. Las mujeres periodistas implicadas en el atropello, deberían pedir excusas. ¿Su ego dará para tanta empatía?