La esclavitud era una antigua práctica en la que algunas personas eran consideradas legalmente como propiedad de otras, privándolas de su libertad y forzándolas a trabajar sin recibir a cambio ninguna compensación económica. Esta práctica se encuentra hoy en el mundo entero totalmente prohibida. Hace más de 170 años, casi siete generaciones, no existe la esclavitud en Colombia; esta fue abolida en 1851 gracias al presidente José Hilario López.
Las empresas contratamos talento humano y lo reconocemos económicamente, no solo por medio de un salario, sino también con una carga prestacional y parafiscal que propende por el bienestar actual de los empleados y su futura vejez. Por cierto, Colombia es uno de los países de América Latina donde es más costoso formalizar un trabajador.
La contratación laboral hace parte de la libre empresa, también conocida como el libre mercado, sistema económico donde las decisiones son tomadas fundamentalmente sobre la oferta y la demanda. Las compañías compiten entre ellas de manera libre, al igual que los consumidores compran libremente de acuerdo con sus condiciones particulares.
Un incremento sobredimensionado de los salarios generaría inmediatamente mayor inflación, mayor desempleo y mayor informalidad. Controlar la inflación es el objetivo más importante de los responsables de una política económica nacional que permita mantener la estabilidad y el crecimiento sostenible.
Que nuestro actual presidente haga referencia a que “Fenalco debería recapacitar en su actuación pública”, argumentando que si “quieren vender en sus grandes superficies comerciales, entonces necesitan compradores con buen sueldo” y que “lo que más le interesa a un comerciante es que la gente tenga capacidad de pago”, dejando a un lado el análisis de todas las variables adicionales que hacen parte de la integridad de los factores de la cadena de valor, para lograr finalmente la decisión de compra de un bien o servicio, corresponde a una falta de conocimientos básicos en el campo económico. Invito a nuestro primer mandatario a ser coherente con sus palabras frente a las leyes naturales del libre mercado.
Que en pleno Siglo XXI, alguien haga referencia a que los empresarios buscan “esclavizar la fuerza de trabajo del país”, carece del más mínimo respeto hacia quienes, con gran esfuerzo, dedicación y sacrificio, buscamos contribuir positivamente, por medio de nuestras estructuras empresariales, al desarrollo de un país y de una mejor sociedad. Igualmente, sugiero a nuestro presidente a buscar una armonía entre los colombianos y dejar de lanzar frases incendiarias que muy probablemente generarán una mayor polarización y un mayor odio de clases sociales.
Los empresarios no podemos permitir una involución en nuestro país, no podemos ser ciegos ni mantenernos indiferentes frente al plan estratégico que busca imponer un modelo socialista en Colombia, que generaría mayor pobreza, como lo hemos evidenciado en otros países; para de esta manera perpetuarse en el poder, comprando con subsidios las conciencias de los más necesitados.