Años sesenta y ocho. Leonor Uribe de Villegas, una mujer bandera decidió dar la lucha por la dignidad de los desplazados que vivían en condiciones infrahumanas al lado del vertedero de aguas negras. Los tugurios del ‘barrio’ Cauquita, creando la Cooperativa Provivienda Cauquita Ltda., unida a la Corporación Ángel del Hogar.
Pese a calumnias y acusaciones, enemigos de oficio, esta mujer, con un grupo de señoras quijotas lograron levantar recursos para la construcción de unas viviendas habitables. Además, la ataca el clero. Leonor pertenecía a Profamilia, donde se repartía la píldora anticonceptiva, causa de excomunión en la Colombia oscura del Concordato.
Recuerdo que muchas mujeres preferían abortar sus fetos o tirar los recién nacidos a esos caños de aguas negras, porque al ‘confesar el pecado’ redimían la absolución. Si se tomaban la píldora eran excomulgadas ipso facto. Si los caños de las invasiones pudieran hablar…
Esto ya es historia, pero así fue el origen de lo que hoy se convirtió en orgullo de Cali, el Bulevar del Oriente.
Tuvieron que pasar muchos años, Cauquita, Marroquín, Alfonso Bonilla Aragón, barrios marginados, violentos, fronteras invisibles, balaceras continuas. Terror, malos olores, malas, acciones, malvivir.
Jorge Iván Ospina se la jugó toda. Convertiría esa zona en un Bulevar que cambiaría la historia de más de cien mil habitantes. Univalle y la Empresa Al Cuadrado diseñaron el proyecto. Convertir 47.961 metros cuadrados en un Parque. Basado en tres principios fundamentales: reivindicar la memoria ambiental. Integrar la comunidad. Responder a las dinámicas actuales de convivencia.
Este proyecto no solo ganó dos premios internacionales: El Mundial RTP (Repensar el futuro) y el Urbano en Costa Rica.
Fui a conocerlo la semana pasada, gracias a la COP16. Quedé sin palabras. Espectacular. Parque lleno de vida, agua, aire, sol, flora, fauna, actividades recreativas, teatrino, zona de mascotas, bosquecillo, cancha de fútbol, gimnasio, bancas para reposar, senderos. Un paraíso abierto a Cali, que transformó la vida y el entorno de cientos de mujeres, hombres, jóvenes infantes.
Me senté un rato a observar el ritmo del entorno, se me salían las lágrimas, mamás paseando sus bebés en coches, jóvenes jugando futbol, adultos ejercitándose con los aparatos de gimnasia, biblioteca, vecinas chachareando, adolescentes alegres, paz, alegría. Casas pintadas de colores, puestos de fruta, cholados, arepas, sentido de pertenencia y orgullo de su entorno. Esa noche se presentaba un concierto en el teatrino
Sí se puede y Cali lo va a lograr. Ya se despertó de nuevo ese espíritu cívico. Aletargado y maltrecho. Recuerdo que en Educación Cívica para los Panamericanos logramos capacitar más de seiscientos taxistas, trescientas personas en servicios de mesa, comedor y bar, cien guías turísticas, cincuenta limpiabotas, con cursos de historia de la ciudad, inglés, literatura, dignificando profesiones y trabajos. Cursos de tres meses, certificados y diplomas.
Ahora nos llegó del cielo, acompañados de biodiversidad, esta segunda oportunidad. ¡Ni un paso atrás!