Una sensación de alivio y esperanza resume el estado de ánimo con que amaneció una gran parte del país el lunes 30 de octubre. Alivio porque se llevaron a cabo unas elecciones en paz y, si bien es cierto que se presentaron problemas en algunos lugares, no se materializaron los escenarios que muchos preveían y es justo reconocer que la Registraduría, en este caso, tuvo un buen desempeño. Rápidamente, se supieron los resultados y estos, en su inmensa mayoría, fueron aceptados por todos. Eso, sin duda, es motivo de tranquilidad frente a los nubarrones que se presagiaban.
Más importante es el sentimiento de esperanza que despierta ver el rechazo tan contundente que tuvo el gobierno de la improvisación y la ideología, al observar que sus candidatos salieron derrotados en todas las ciudades importantes y en la gran mayoría de las gobernaciones. Con diferencias en cuanto a su enfoque, origen y manera de ver las cosas, los gobiernos elegidos muestran una actitud de dar importancia a los hechos, a los datos y a las realidades, en lugar de a la ideología, al voluntarismo y al mesianismo que ha caracterizado al Gobierno Nacional.
Ya ha pasado casi la tercera parte del período de gobierno y lo que se observa no solo es que no hay avances en las promesas y ofrecimientos que hacía en su campaña, sino que hay riesgos serios en el sector eléctrico, graves amenazas en el sector de la salud, por cuenta de los problemas financieros en que se encuentran las EPS y por los problemas de suministro de medicamentos asociados, en parte, al manejo irresponsable que han tenido con el Invima.
El sector de la construcción y la vivienda de interés social completamente postrado, el costo de vida sigue muy alto y la actividad económica sigue mostrando una fuerte desaceleración que pronto se traducirá en desempleo. Las cosas son tan serias que ya, incluso, una de las principales centrales obreras ha expresado su preocupación e inconformidad de manera similar con lo que ha hecho la USO en el caso del sector petrolero. La política internacional es caótica y el presidente no ha podido armar un equipo de gente adecuada para manejar tantos y tan serios problemas. En fin, al gobierno le está yendo muy mal y, en consecuencia, así le irá al país.
Estas elecciones le deberían dar al presidente también una esperanza para encarrilar su gestión y lograr resultados positivos en lo que le queda de su período. No habría mejor escenario para los nuevos mandatarios locales que encontrar un gobierno dispuesto a trabajar con ellos y no habría que hacer grandes esfuerzos para concretar un verdadero acuerdo nacional que lograra consensos para sacar adelante proyectos necesarios en temas como los de la salud y las pensiones.
La terquedad de Petro y su megalomanía, lamentablemente, como lo hemos visto en el caso del metro de Bogotá, no permite ser muy optimistas al respecto. La confrontación sería el peor escenario, pero eso ese es el que le gusta a Petro y al cual, seguramente, lo llevará su personalidad.