Esa fue la expresión con la cual el viernes pasado el comandante del Ejército, en la operación de entrada al corregimiento de El Plateado, en Argelia (Cauca), finalizó su entrevista por la cadena radial de la FM de RCN y en la que se le informó de la presencia en Popayán del comando de las disidencias de las Farc y del delegado del gobierno para esas conversaciones en el inicio de las votaciones del 29 de octubre, lo que al final no sucedió.
El Papa Francisco en varias ocasiones ha dicho que el Planeta está enfermo y que el hombre también está enfermo, de ahí su encíclica ‘Laudato Si’ y su exhortación ‘Laudate Deum’, la primera hace ocho años y ahora esta exhortación.
Pero el 27 de marzo del 2021 en la Bendición Urbi et Orbi con la aparición del Covid nos decía: “Densas tinieblas se fueron adueñando de nuestras vidas, nos encontramos asustados y perdidos, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente”.
Hoy, más que nunca, ha quedado expuesta la falacia de convertir el individualismo en el principio rector de nuestra sociedad. Por eso me llamó la atención de esta última idea del comandante del Ejército en El Plateado, no podemos dejarnos llevar por los individualismos, vengan de donde vengan; pero me pregunto: ¿cuál será nuestro modo de responder, de proceder ante la situación tan crítica que vivimos a nivel mundial y a nivel Colombia y más con unas elecciones que exigen nuestro compromiso responsable? De esta crisis podemos salir mejor o peor, podemos retroceder o crear algo nuevo, es la oportunidad de cambiar, de hacer lugar para que pueda surgir eso nuevo que necesitamos.
En la Iglesia, desde octubre del 2021 hasta octubre de 2024, se está hablando y se hablará de ‘sinodalidad’, que no es otra cosa que caminar juntos, para ello tenemos que aprender a encontrarnos, luego a escucharnos, conocernos, y así decidir en común lo que debemos hacer, como Iglesia en el momento actual.
El cardenal Martini en un libro que escribió en el 2007, recogió unos diálogos, conversaciones en Jerusalén, lugar de su residencia, en el cual resume en tres puntos estos interrogantes que se hacen los intervinieron en ellos: ¿Qué puede significar la fe para la vida? ¿Qué futuro tienen los jóvenes en la Iglesia? y ¿qué tiene que cambiar para que el cristianismo en cuanto tal tenga futuro?, preguntas que hoy están en el fondo de los cuestionamientos o de lo que se está hablando al interior de la Asamblea Sinodal.
Y aquí viene mi aplicación a la reflexión de la frase con el cual he empezado mi opinión de hoy: Y el hombre de fe es quien puede no solo no perder la esperanza en los momentos de crisis, sino comunicar esa fuerza que la esperanza trae a la vida para vivir con alegría las metas propuestas por Cristo y se puedan cumplir, eliminando ese clima de competencia depredadora e individualista, aun en sus mismos seguidores. Ese clima destruye la construcción de la historia de amor, de la unidad, de la sabiduría, de la solidaridad que Jesús propone.
El pensamiento de Cristo pone boca abajo los paradigmas del mundo moderno. “En quien sigue a Cristo no hay espacio para esta competencia depredadora. En su proyecto el individualismo es una actitud poco sabia. Él establece un camino innovador de relaciones. Entre sus principios fundamentales están el aprender a cooperar mutuamente y aprender a darse sin esperar nada a cambio. Su competencia está en servir a los otros”. (Augusto Jorge Cury, ‘El maestro de los maestros’.