“Cali no tiene la capacidad para ser la sede de la COP16″. “Si no puede con una feria de pipiripao menos con un evento de tanta envergadura” . “Eso le va a quedar grande a Call” . “La ciudad no está preparada para semejante responsabilidad”.

Opiniones como estas y mucho peores rodearon la aspiración de ser nosotros los anfitriones de un certamen único e irrepetible, quizás el más importante de nuestra historia, más que los Panamericanos y otros campeonatos mundiales de deportes que han congregado muchas delegaciones internacionales de gran importancia.

Pero como lo de la COP16, jamás de los jamases. Y es que todo se fue dando con una alineación astral indiscutible. Cali venía de mal en peor. De segunda ciudad de Colombia en épocas doradas, nos cogió ventaja Medellín, después Barranquilla que se disputa con nosotros ese tercer lugar y ojo con Bucaramanga que está empujando.

Ni para que echar la vista atrás y señalar responsables. Lo cierto es que llegamos a un momento crítico en el que la corrupción y la permisividad nos sumieron en la desesperanza, teniendo como refugio la salsa que nos embobó creyendo que con ella y solo con ella saldríamos adelante.

Lo anterior repercutió en nuestro estado de ánimo y la pandemia y la revuelta social nos sumieron en un letargo pesimista que pretendió quitarnos la alegría y el civismo que nos hizo famosos en estas latitudes.

Y como mi Dios aprieta, pero no ahorca, se nos apareció la Virgen vestida de COP16 y se nos dio el papayazo vestido de Alejandro Eder, cuyo abuelo materno don Álvaro Garcés fue el más destacado filántropo que haya tenido Cali, que con sus hermanos Garcés Giraldo donaron un millón de metros cuadrados para la Universidad del Valle e hicieron grandes aportes para la Fundación Valle del Lili y el Centro de Eventos Valle del Pacífico

Eder convenció al presidente Petro que Cali debería ser la sede de la COP16, por encima de Bogotá y se puso manos a la obra superando cientos de obstáculos y se produjo el milagro: Estamos en otra Cali, la ‘Cali-linda, Cali-limpia’ de la campaña que hiciéramos para Henry James, la Cali hospitalaria y solidaria, con traje de domingo, la ciudad paraíso que todos amamos.

Inicialmente se habló de 12 mil visitantes, pero vamos ya en 22 mil. A los hoteles no les cabe un tinto. La ciudad está engalanada, se han repavimentado cientos de calles y avenidas, se han arreglado parques y zonas verdes y la basura está erradicándose.

Por estos días, la Zona Verde ubicada en el Bulevar del Río y parte del centro ofrecerá centenares de opciones lúdicas, culturales y didácticas en torno a la biodiversidad y la protección del medio ambiente, amén de lo que se va a discutir en Zona Azul ubicada en el Centro de Eventos en donde sesionarán privadamente altos dignatarios y delegados de más de 180 países de todo el mundo, además de algunos jefes de Estado.

Pero la cereza del pastel es que el Alcalde ha pedido al Concejo autorización para un empréstito de 3,5 billones de pesos con los cuales Cali se catapultará teniendo como marco de referencia el éxito de esta COP 16 que partirá nuestra historia en dos.

Posdata: Hoy más que nunca: Hablemos bien de Cali.