Por fortuna formé parte de los estudiantes latinoamericanos que cursaban universidad en el exterior, quienes no veíamos la hora de regresar a nuestros lugares de origen, para iniciar una atractiva vida profesional. Nuestro continente hispanoamericano ofrecía un futuro promisorio, en donde las oportunidades eran abundantes y seductoras.
Hoy, la mayor parte ambiciona vincularse en el exterior. La diáspora se ha incrementado considerablemente. Prefiere no regresar. En oportunidades quienes se gradúan de universidades nacionales también buscan emplearse en el exterior. Consideran que su futuro tiene un horizonte más promisorio en los países de mayor crecimiento y bienestar.
Tienen razón. La tendencia se encuentra fundamentada en hechos. Los países de nuestro continente desde México hasta Argentina, han crecido económicamente muy lentamente, con períodos inclusive de retroceso, mientras tanto otras naciones que se encontraban atrasadas nos han sobrepasado en su desarrollo.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, en 1945, Argentina ocupó el tercer nivel más alto en el ingreso por habitante del mundo, en 1950 Cuba era uno de los países con mayor ingreso per cápita de Latinoamérica. Venezuela, en el apogeo petrolero, fue de las naciones más ricas en el orbe.
En el año 1962, según la revista The Economist, el ingreso por habitante de Latinoamérica era tres veces superior al de Asia del Este, para 2012 era igual, hoy nos supera en el 40%. Estos datos corroboran cómo cada vez nos estamos rezagando, más y más.
Según el Banco Mundial, entre el 2010 y el 2020 América Latina fue la región con menor grado de desarrollo económico en el planeta, lo cual es muy significativo. Somos cada vez más atrasados.
Colombia no es la excepción, navegamos en el mismo barco, contaminados de las mismas políticas, en donde el desarrollo se ha relegado a un segundo plano, incluso se ha satanizado el lucro, como avaricia, y el deseo de ser cada día más eficientes y competitivos, se confunde con la codicia.
La prioridad es disminuir la brecha en los ingresos, lo cual es correcto. La gran equivocación es volver este propósito exclusivo, e ignorar que también se requiere promover el desarrollo económico, de lo contrario lo que estamos redistribuyendo es pobreza y miseria, como ha ocurrido en Venezuela y Cuba.
Con el propósito de vivir sabroso, evitar los sacrificios y evadir el esfuerzo, como recomienda nuestra VP, hoy ocupamos de los primeros lugares entre los trabajadores menos productivos del mundo, según el Banco Mundial.
Nuestro continente no es atractivo para invertir debido a la productividad de nuestra fuerza laboral. La calidad de la educación en elemental y en bachillerato es muy mala, medida por las pruebas del Saber. El nivel de lecturabilidad, ciencias y matemáticas es pobrísimo. En buena parte, el obstáculo más relevante han sido los sindicatos de maestros, que se oponen a que existan diferencias salariales con base en la calidad de la enseñanza. Como ha sido probado ampliamente, la calidad educativa depende en gran parte del maestro.
Los gobiernos socialistas, perdón, progresistas, desde el Peronismo hasta el Morena, pasando por el PRI, nos han conducido por un sendero que se aferra exclusivamente al igualitarismo, se desprecia la competitividad y la utilidad, calificándolos como capitalismo salvaje.