La excusa favorita del presidente Petro para justificar su inacción y/o su falta de resultados, es la oposición de ‘la extrema derecha’. Movimiento que, juzgando por los señalamientos de la Casa de Nariño, domina el sector privado, los medios de comunicación, controla el Congreso, tiene secuestrada a Antioquia, etc.
Como politólogo, siempre me ha interesado estudiar las ideologías políticas extremas. Por un lado, está el fascismo de la Europa pre-Segunda Guerra Mundial, que algunos asocian a la extrema derecha, y que promueve regímenes totalitarios, nacionalismo exacerbado, y corporativismo. Este último se basa en la organización de los sectores económicos, donde empresas y sindicatos participan en la toma de decisiones, con la tutela del gobierno. ¿Hemos observado estos lineamientos en algunos sectores o líderes de la derecha en Colombia? En absoluto. Al menos, no entre aquellos con un mínimo liderazgo político. Por lo tanto, puedo afirmar con total seguridad que en nuestro país no existe ni fascismo ni extrema derecha.
Por otro lado, tenemos el comunismo o el socialismo en su concepción original. El comunismo propone la lucha de clases y la abolición de la propiedad privada en los medios de producción, resultando incompatible con la democracia por su naturaleza también totalitaria. El socialismo, más diverso, busca la distribución de la riqueza y la justicia social. En su versión más moderada, la demócrata, no necesariamente elimina la propiedad privada, sino que la regula, aceptando la economía de mercado. Sin embargo, todas sus vertientes defienden una fuerte participación del Estado y una planificación extensiva para ordenar su crecimiento. Aquí nos damos cuenta de que en Colombia este extremo en particular si está presente. En este pensamiento tendrían eco todos los dirigentes del Pacto Histórico, del partido Comunes (ExFarc y ahora en el Congreso), y un sector recalcitrante del Partido Verde.
Pero el más extremo y preocupante no es ni más ni menos que el presidente Gustavo Petro. Muestra clara aversión a la propiedad privada y ha tomado pasos efectivos para eliminarla de sectores críticos como el de la salud. Su retórica sobre la lucha de clases y de razas, es constante, agresiva y obsesiva. Rechaza los contrapesos democráticos que limitan su poder, considerándose investido de una sabiduría galáctica superior que nos conducirá a ser potencia. Nada distinto de lo que prometían Hitler o Mussolini. Petro quiere redistribuir la riqueza y la tierra, argumentando su falta de productividad, pero se enfoca en las más productivas del mundo como son nuestros cultivos de caña de azúcar. Busca que el Estado domine la banca y el transporte aéreo (sin tener idea de cómo lograrlo) y propone proyectos utópicos de trenes que nunca se materializan. Cuando uno observa todo esto, no ve un demócrata, sino un dictador en ciernes. Ni siquiera toma los elementos más moderados del socialismo, sino que incorpora claramente elementos del comunismo y ¡oh sorpresa!, del fascismo.
Es evidente que en Colombia no existe extrema derecha. Se puede votar entonces tranquilamente por los líderes de las corrientes conservadoras (las ideológicas, claro está… no las del partido lentejo y servil) sabiendo que están a salvo nuestras libertades políticas y económicas. Pero no ocurre lo mismo con las otras corrientes radicales, lideradas por el propio Presidente, que ponen en peligro nuestra institucionalidad republicana y están echando al traste nuestros logros económicos. Esa sí es extrema izquierda. Y muy, pero muy peligrosa.