* Monseñor José Roberto Ospina Leongómez, obispo de Buga.
Todos nosotros hemos participado de infinidad de misas o Eucaristías, pero ¿cuántas de ellas las hemos sentido realmente como la Pascua de Jesús? Ustedes se preguntarán: ¿qué significa la Pascua de Jesús? El evangelista comienza diciendo: “El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: -¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?-”. La tradición judía recordaba la salida de Egipto, y para esto sacrificaban un cordero que simbolizaba la Pascua de la liberación de la esclavitud y el camino hacia la libertad y la tierra prometida.
Moisés, en el desierto, es el instrumento a través del cual Yahvé establece una alianza con el pueblo: Él será su Dios y ellos serán su pueblo. Ellos se comprometieron a cumplir los mandamientos de la Alianza. Moisés roció al pueblo con sangre y les dijo: “Esta es la sangre de la Alianza que Yahvé hace con ustedes” (Ex 24,8).
Cuando Jesús se reúne con sus apóstoles, quiere celebrar la Pascua, pero le da una nueva significación. Primero, “tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio diciendo: ‘Tomen, esto es mi cuerpo’. Después tomó la copa y dijo: ‘Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos’”. ¿Cuándo derramará su sangre? Cuando es sacrificado, como el cordero, en la cruz. Con su sacrificio, nos libera de la esclavitud del pecado y de la muerte eterna, y nos conduce a la patria prometida: el cielo.
Esta fiesta de hoy quiere exaltar el milagro permanente de la Eucaristía, como Pascua de Jesús. Es increíble que un hombre, de carne y hueso, como somos los presbíteros, reunido en comunión con la Iglesia cuando celebra la misa, haga presente ese misterio de amor de la Pascua de Jesús. La fe católica nos invita a reconocer su presencia en las especies eucarísticas del pan y del vino, adorar la hostia consagrada, comulgar con ella para habitar en Jesús y Él en nosotros, y sentirnos responsables de prolongar su presencia no solo en el Altar sino en nuestra propia vida, mediante nuestras acciones de entrega, servicio y donación a los demás.
Jesús instituyó la Eucaristía para comprometernos en el amor mutuo, para que nunca nos sintamos abandonados por Él, para que recorramos el camino de la vida con su compañía y presencia, y dejemos de lado el egoísmo, los resentimientos y todo lo que nos pueda desunir.
Feliz fiesta del Cuerpo y de la Sangre de Jesús.